
Chile enfrenta un escenario que combina alivio y preocupación en materia de homicidios. Tras años de incremento sostenido, las cifras oficiales muestran una baja en el número total de víctimas fatales: en 2024 se registraron 1.207 homicidios consumados, un 4,8% menos que el año anterior, según datos consolidados por el Centro para la Prevención de Homicidios y Delitos Violentos en coordinación con el Ministerio Público y las policías. Esta disminución, que se mantiene por segundo año consecutivo, ha sido valorada por las autoridades como un logro que refleja avances en la persecución penal y en la intervención territorial.
Sin embargo, esta aparente buena noticia se ve matizada por un fenómeno que ha encendido las alarmas: el aumento sostenido de homicidios que involucran a menores de edad y a víctimas extranjeras. En 2024, las víctimas menores de edad pasaron a representar el 6,3% del total, un incremento respecto al 5,3% del año anterior, mientras que las víctimas migrantes alcanzaron un 18,2%, la cifra más alta desde 2018.
Este contraste abre un debate que trasciende las estadísticas y pone en el centro la complejidad social del fenómeno. Por un lado, expertos como Pía Greene, directora del Centro de Estudios en Seguridad y Crimen Organizado (Cescro) de la Universidad San Sebastián, consideran la baja como una estabilización a una tasa alta en comparación histórica, atribuible en parte a políticas públicas como la creación del Equipo Contra el Crimen Organizado y Homicidios (ECOH). Por otro lado, Pilar Lizana, directora de Volpe Consulting, advierte que la disminución podría reflejar la consolidación territorial de grupos criminales que desplazan la violencia visible hacia modalidades como las extorsiones, anticipando una siguiente etapa en la criminalidad organizada.
La región Metropolitana sigue siendo el foco principal del fenómeno: casi la mitad de los homicidios del país ocurren en esta zona, y es la única donde la mayoría de los crímenes están asociados a crimen organizado y se ejecutan con armas de fuego, según el último informe del Ministerio de Seguridad. Esto genera una realidad diferenciada respecto a otras regiones, donde predominan homicidios en contextos interpersonales y con armas blancas.
Desde la perspectiva social, el aumento en víctimas menores y extranjeras refleja un entramado de vulnerabilidades. El reclutamiento de jóvenes por bandas criminales, la violencia intrafamiliar y la falta de articulación efectiva entre los sistemas de justicia, salud y protección infantil son desafíos recurrentes. La Fundación Amparo y Justicia, a través de su Grupo Intersectorial para la Prevención e Investigación de Homicidios Infantiles, destaca la necesidad urgente de estrategias coordinadas para prevenir y esclarecer estos crímenes, poniendo a la infancia en el centro de la agenda pública.
En cuanto a los perfiles de las víctimas, la mayoría son hombres jóvenes entre 18 y 39 años, con un 52,3% que tenían antecedentes penales al momento del homicidio. La violencia se concentra mayoritariamente en fines de semana y en la vía pública, con un uso predominante de armas de fuego (49,5%) y armas blancas (34,4%).
El ministro de Seguridad Pública, Luis Cordero, ha reconocido la importancia de mantener el rumbo hacia la reducción de homicidios, pero advierte que 'no basta con conformarse con estas cifras, sino que se requiere una gestión integral y de largo plazo'. En ese sentido, la creación del Ministerio de Seguridad busca dar un enfoque estructural y coordinado a la problemática, alejándola de la contingencia política.
Verdades y consecuencias
La baja en homicidios consumados es una realidad que debe celebrarse con cautela. No obstante, la persistencia y aumento de víctimas vulnerables —menores y migrantes— revela que la violencia letal no se distribuye de manera homogénea ni se reduce en todos sus ámbitos. La consolidación del crimen organizado en la capital y el reclutamiento juvenil son señales de que el problema tiene raíces profundas, que exigen respuestas multidimensionales y coordinadas.
Por último, la narrativa pública y mediática debe evitar simplificaciones y sensacionalismos que solo contribuyen a la fragmentación y la ansiedad social. La violencia homicida es un espejo oscuro donde se reflejan desigualdades estructurales, fallas en políticas públicas y tensiones sociales históricas. Solo con una mirada crítica, informada y plural será posible avanzar hacia un Chile más seguro y justo.
— Fuentes: Ministerio de Seguridad Pública, Fiscalía Nacional, Centro para la Prevención de Homicidios y Delitos Violentos, Fundación Amparo y Justicia, Universidad San Sebastián, Volpe Consulting, La Tercera, Radio Duna, Cooperativa.
2025-01-03