
Un temblor de magnitud 4.6 sacudió Calama el 3 de abril de 2025, dejando una estela de inquietud que aún persiste meses después. A las 17:58 horas, el Centro Sismológico Nacional registró el epicentro a 44 kilómetros al norte de la ciudad, con una profundidad de 112 kilómetros. Aunque no hubo daños materiales significativos ni víctimas, el evento reabrió viejas heridas y debates sobre la preparación ante sismos en una zona históricamente menos expuesta que el centro y sur del país, pero no exenta de riesgos.
### El telón de fondo: Chile, un país sísmico con memoria fragmentada
Chile es un territorio marcado por su constante actividad sísmica. El país ha experimentado sismos devastadores como el de Valdivia en 1960 (magnitud 9.5) y el 27F de 2010 (8.8), cuyas consecuencias todavía moldean políticas y expectativas sociales. Sin embargo, el norte, y en particular Calama, ha estado tradicionalmente en un segundo plano en cuanto a la atención pública y estatal en materia de prevención y respuesta.
### Voces encontradas: autoridades, expertos y comunidad
El alcalde de Calama señaló que el temblor fue un llamado de atención para reforzar los planes locales de emergencia, especialmente en barrios periféricos donde la infraestructura es más vulnerable. Desde el Gobierno Regional, en tanto, se destacó la coordinación con ONEMI y la actualización de protocolos, aunque se reconoció que la inversión en prevención sísmica aún es insuficiente.
Por otro lado, especialistas en sismología y gestión de riesgos han advertido que la profundidad del sismo y su magnitud moderada no deben generar una falsa sensación de seguridad. La geología de la región sugiere que eventos mayores podrían ocurrir, aunque con menor frecuencia que en el centro-sur. La comunidad científica también ha señalado la necesidad de mejorar la educación ciudadana y la resiliencia social, aspectos que no siempre se traducen en políticas concretas.
Desde la sociedad civil, las opiniones se dividen. Algunos vecinos expresan que el temblor fue un recordatorio necesario para tomar en serio la preparación ante desastres. Otros, cansados de la precariedad en servicios básicos y vivienda, sienten que la gestión de riesgos queda relegada a un segundo plano frente a problemas cotidianos más urgentes.
### Contexto histórico y socioeconómico: ¿qué ha cambiado y qué persiste?
La historia sísmica de Chile está marcada por tragedias que han forzado avances en normativa y cultura preventiva. Sin embargo, la descentralización de recursos y la desigualdad regional conspiran contra una gestión homogénea del riesgo.
Calama, ciudad minera en el corazón del desierto de Atacama, enfrenta desafíos particulares: crecimiento urbano acelerado, población flotante y desigualdad social. Esto dificulta la implementación de medidas de protección efectivas y equitativas.
### Constataciones y consecuencias
Este temblor, aunque menor en escala, desnuda la tensión entre la conciencia sísmica nacional y las realidades locales. La ausencia de daños no debe interpretarse como inmunidad, sino como una oportunidad para fortalecer la prevención.
La lección es clara: la gestión del riesgo sísmico en Chile debe ser integral, considerando las particularidades regionales y sociales. El desafío es transformar episodios como el de Calama en catalizadores de políticas inclusivas y sostenibles, que no solo preparen para el próximo temblor, sino que también mejoren la calidad de vida y la cohesión social.
En definitiva, el sismo de abril no fue un simple movimiento de tierra, sino un llamado a la reflexión profunda sobre cómo Chile enfrenta su historia sísmica y cómo se prepara para el futuro, especialmente en territorios que hasta ahora han estado en la sombra de la atención nacional.
2025-07-07
2025-04-03