
Un año y dos meses después del estallido de la ofensiva israelí en la Franja de Gaza, el conflicto sigue atrapado en un ciclo de demandas y rechazos que mantienen la violencia activa y a miles de personas en una espera angustiosa.
El 3 de abril de 2025, el ministro de Relaciones Exteriores de Israel, Gideon Saar, anunció que el fin de la ofensiva israelí dependería de dos condiciones claras: que Hamás abandone Gaza y que libere a todos los rehenes que mantiene en su poder. Esta declaración, hecha tras una reunión en París con su homólogo francés, fue recibida con escepticismo y rechazo por parte de Hamás, que desestimó la propuesta israelí para un alto al fuego temporal a cambio de la liberación de solo 11 rehenes, muy por debajo de los 59 que Israel asegura que aún están vivos.
Desde el gobierno israelí, la postura es firme y sin concesiones: 'No aceptaremos volver a la realidad anterior al 7 de octubre de 2023, cuando nuestra seguridad y la de nuestros ciudadanos se veía amenazada desde Gaza', declaró Saar, refiriéndose a los ataques que desencadenaron la actual escalada. Para Israel, la liberación total de los rehenes y la retirada de Hamás son condiciones no negociables para cualquier tregua.
Por otro lado, Hamás ha rechazado la contrapropuesta, argumentando que la oferta israelí es insuficiente y que la liberación parcial de rehenes no puede ser la base para una tregua duradera. Esta postura refleja la complejidad interna del grupo y sus tensiones con la población civil de Gaza, que ha comenzado a manifestarse públicamente en contra de Hamás, clamando por el fin del conflicto y la recuperación de sus vidas.
En las últimas semanas, protestas masivas en Gaza han puesto en evidencia una fractura social profunda, con ciudadanos que exigen cambios y cuestionan la gestión de Hamás en medio de la crisis humanitaria que ya supera los 50 mil muertos.
Este enfrentamiento no sólo es una batalla militar, sino un choque de narrativas y legitimidades. Mientras Israel insiste en que la seguridad nacional es su prioridad máxima, Hamás se presenta como el único actor capaz de representar la resistencia palestina, aunque a costa del sufrimiento de su propia población.
La comunidad internacional, incluida la ONU, ha reducido su personal en Gaza debido a la inseguridad, reflejando la gravedad de la situación en terreno. Las negociaciones mediadas por actores como Egipto y Estados Unidos han sido intermitentes y hasta ahora infructuosas, atrapadas en una lógica de demandas intransigentes y falta de confianza mutua.
En Chile, la comunidad judía ha expresado preocupación por las declaraciones públicas de autoridades locales que podrían alimentar discursos antisemitas, mientras sectores sociales y académicos llaman a una reflexión profunda sobre las raíces históricas y las consecuencias humanitarias del conflicto.
La ofensiva israelí en Gaza y la resistencia de Hamás se encuentran, a diciembre de 2025, en un punto crítico donde la guerra no muestra señales claras de terminar. La exigencia israelí de la liberación total de rehenes y la salida de Hamás del enclave chocan con la realidad política y social de Gaza, donde la población civil sufre las consecuencias directas de esta disputa.
Este escenario evidencia que la resolución del conflicto no sólo depende de acuerdos militares o políticos inmediatos, sino de un proceso complejo que involucra reconstrucción social, reconocimiento de derechos y un cambio profundo en las dinámicas de poder regionales.
Para el observador externo, la tragedia se despliega en un escenario donde las víctimas —ya sean rehenes, civiles o combatientes— son el reflejo de un coliseo moderno, donde los actores principales luchan por sus objetivos y el público mundial observa, expectante y dividido.
El desenlace, por ahora, sigue siendo incierto.