
El 3 de abril de 2025, Estados Unidos implementó una medida inesperada que sacudió la economía chilena y la geopolítica comercial global. El entonces presidente Donald Trump anunció aranceles recíprocos del 10% a productos importados de 185 países, entre ellos Chile, exceptuando madera y cobre. Este movimiento, bautizado por Washington como "Día de la Liberación", representó un giro radical en la política estadounidense hacia el libre comercio, desafiando tratados y alianzas establecidas por décadas.
Desde Santiago, el impacto fue inmediato y profundo. La industria exportadora chilena, acostumbrada a un régimen de tratados de libre comercio (TLC) que facilitaba el acceso a mercados internacionales, se encontró de repente con una barrera inesperada. Pablo Cabrera, exembajador y consejero del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica, calificó esta medida como una "irrupción arbitraria al libre comercio" que "logró confundir al mundo".
El choque no solo fue económico, sino también político y social. Desde el sector empresarial, la preocupación se centró en la pérdida de competitividad y la necesidad urgente de diversificar mercados. Representantes de la minería y la agroindustria alertaron sobre la vulnerabilidad ante decisiones unilaterales de socios estratégicos. En contraste, algunos sectores más críticos con la globalización extrema vieron en la medida una oportunidad para repensar modelos productivos y fortalecer el mercado interno.
En el ámbito político, la respuesta fue igualmente fragmentada. El gobierno de turno impulsó una estrategia diplomática para renegociar y reforzar los TLC vigentes, mientras que partidos de oposición cuestionaron la dependencia excesiva de Estados Unidos y abogaron por una política comercial más autónoma y diversificada. "A través de la diplomacia hay que hacer algo", insistió Cabrera, subrayando la urgencia de actuar con pragmatismo.
A más de ocho meses del anuncio, el escenario muestra una economía que ha tenido que adaptarse con rapidez. Algunas exportadoras lograron redirigir sus ventas hacia Asia y Europa, aunque con costos y tiempos mayores. El sector público ha fortalecido su rol en la promoción comercial y en la búsqueda de acuerdos bilaterales que compensen la pérdida de competitividad en el mercado estadounidense.
La lección más clara es la fragilidad de Chile ante cambios abruptos en la política comercial global y la necesidad de estrategias flexibles y resilientes. Además, esta experiencia ha reavivado el debate sobre la soberanía económica y la importancia de diversificar no solo mercados, sino también la matriz productiva nacional.
Este episodio, lejos de cerrarse con un simple ajuste económico, sigue siendo un desafío abierto que confronta a Chile con la realidad de un mundo donde las reglas del comercio pueden cambiar de un día para otro, y donde la diplomacia y la innovación se vuelven herramientas fundamentales para la supervivencia y el crecimiento.
Fuentes consultadas incluyen análisis del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica, reportajes de La Tercera y declaraciones oficiales del Ministerio de Economía.
2025-11-13
2025-04-03
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