
Un nuevo capítulo en la historia comercial entre Chile y Estados Unidos ha comenzado a escribirse desde abril de 2025, cuando el gobierno estadounidense anunció la imposición de aranceles recíprocos del 10% a una serie de países, entre ellos Chile.
El 2 de abril de 2025, el entonces presidente Donald Trump firmó un decreto estableciendo estos gravámenes, en respuesta a lo que calificó como barreras tarifarias activas contra productos estadounidenses. La medida se enmarcó en un discurso de "América Primero", buscando una supuesta independencia económica y mayor protección para industrias nacionales.
Desde Chile, las reacciones no se hicieron esperar y se han consolidado en un abanico de posiciones que reflejan las tensiones entre sectores productivos, políticos y ciudadanos.
El Ministerio de Hacienda aclaró que el cobre, pilar fundamental de la economía chilena, quedó exento de estos aranceles, al igual que el acero y aluminio, buscando mitigar un golpe directo a las exportaciones clave. Sin embargo, sectores agrícolas y manufactureros expresaron preocupación por el impacto en sus exportaciones, especialmente en productos sensibles a la competencia estadounidense.
En el ámbito político, la coalición gobernante enfatizó la necesidad de unidad y estrategias de diversificación comercial. El presidente Boric sostuvo en su momento que "Chile se anticipó a los efectos de estos aranceles y está trabajando para minimizar sus impactos".
Por otro lado, voces opositoras criticaron la falta de una respuesta más contundente y alertaron sobre riesgos de una escalada proteccionista que podría afectar la inserción internacional de Chile. Desde la derecha, algunos señalaron que la medida estadounidense es una oportunidad para renegociar acuerdos y buscar mejores condiciones para el país.
Pasados meses desde la implementación, los datos muestran un efecto mixto: mientras algunas exportaciones redujeron su crecimiento, otras lograron reconvertirse hacia mercados alternativos o productos con menor exposición arancelaria. La agroindustria, en particular, ha enfrentado mayores desafíos, con pérdidas registradas en sectores como frutas y vinos, aunque con esfuerzos visibles por parte del sector privado para innovar y diversificar.
La imposición arancelaria también ha generado un debate más amplio sobre la vulnerabilidad de Chile a las decisiones unilaterales de potencias comerciales y la necesidad de fortalecer mecanismos multilaterales y regionales para proteger sus intereses.
La medida estadounidense no solo afectó a Chile, sino a otros países de América Latina como Perú, Argentina y Colombia, todos con gravámenes similares del 10%. Este fenómeno ha tensado las relaciones comerciales en la región y ha impulsado discusiones sobre integración y cooperación económica más sólida.
En el plano global, la escalada arancelaria forma parte de un contexto más amplio de proteccionismo creciente, con China enfrentando un arancel del 34%, la Unión Europea un 20%, y otros países asiáticos con tasas entre 10% y 26%.
El episodio de los aranceles recíprocos impuesto por Estados Unidos a Chile y otros países revela varias verdades incontrovertibles:
- La interdependencia económica global está sujeta a decisiones políticas que pueden alterar abruptamente las reglas del juego.
- Chile, aunque exportador clave en materias primas, debe diversificar su matriz productiva y mercados para reducir vulnerabilidades.
- La política comercial estadounidense sigue siendo un factor determinante para la estabilidad económica regional.
Finalmente, este pulso comercial ha dejado en evidencia que más allá de las cifras y decretos, la economía chilena se encuentra en una encrucijada que exige reflexión profunda, diálogo plural y estrategias de largo plazo para navegar en un mundo cada vez más incierto y fragmentado.
2025-11-12
2025-11-12