
En un escenario donde las relaciones comerciales globales parecen cada vez más volátiles, Chile enfrenta, desde hace meses, un desafío particular que ha ido madurando en el tiempo: las cuatro barreras comerciales que Estados Unidos ha identificado y que, aunque no implican aranceles directos, amenazan con tensar la ya compleja relación bilateral.El informe anual publicado en abril de 2025 por la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos (USTR) destaca estas barreras no arancelarias que afectan principalmente a sectores estratégicos y normativos del país.
Desde la publicación del documento, tanto el Gobierno chileno como diversos actores del sector privado han intentado modular la preocupación. “No debemos sobrerreaccionar. Chile no está en el radar inmediato de medidas arancelarias por parte de EE.UU.”, afirmó un alto funcionario de la Cancillería, en un intento por calmar los nervios que generó la noticia en abril.
Sin embargo, la realidad es más compleja. Las barreras identificadas son cuatro y tocan aspectos que van desde acuerdos comerciales con terceros hasta reformas internas que han generado inquietud en Washington.
Mientras el Ejecutivo se esfuerza por mantener una postura de calma y diálogo, el sector privado muestra una mezcla de cautela y exigencia. Para algunos empresarios, estas barreras no arancelarias representan un riesgo real que podría afectar inversiones y la competitividad de Chile en mercados clave.
“Estas preocupaciones deben ser tomadas en serio y abordadas con políticas claras y efectivas, para no perder la confianza de socios estratégicos como Estados Unidos”, advierte una fuente del mundo empresarial.
Por otro lado, sectores más críticos del Gobierno han cuestionado la presión estadounidense, señalando que algunas demandas podrían interferir con la soberanía legislativa y las reformas sociales impulsadas en Chile.
El análisis no es homogéneo en todo el país. Regiones dependientes de la exportación de productos cárnicos y lácteos observan con atención las implicancias del acuerdo con la UE y la posible afectación de sus mercados.
En tanto, la preocupación por la protección de datos y propiedad intelectual abre un debate más amplio sobre la modernización del marco regulatorio chileno y su alineamiento con estándares internacionales.
A seis meses de la publicación del informe, queda claro que las barreras comerciales señaladas por EE.UU. no son meras formalidades, sino desafíos concretos que Chile debe enfrentar con prudencia y estrategia.
La tensión entre mantener la autonomía en reformas internas y cumplir compromisos internacionales se ha instalado en el centro del debate político y económico. El equilibrio será clave para evitar una escalada que afecte el flujo comercial y la confianza entre ambos países.
Finalmente, esta historia demuestra que las relaciones comerciales no se construyen solo en tratados firmados, sino en la capacidad de resolver diferencias y adaptarse a un mundo cada vez más interdependiente y regulado.
El desafío para Chile es, entonces, navegar estas aguas con inteligencia, sin perder de vista que en el coliseo global, cada movimiento puede tener consecuencias duraderas.