Cambio de hora en Chile invierno 2025: ¿Por qué seguimos ajustando el reloj?: Un debate que trasciende el horario

El pasado 31 de marzo de 2025, Chile volvió a modificar sus relojes para dar inicio al horario de invierno, un ritual que parece simple, pero que arrastra años de controversias y debates profundos sobre su real utilidad y efectos en la sociedad.

Este ajuste, que adelanta una hora el reloj, no solo marca el paso de las estaciones, sino que pone en escena un enfrentamiento cargado de implicancias sociales, políticas y científicas.

Desde el origen del cambio horario en Chile, instaurado hace décadas para optimizar el uso de la luz natural y ahorrar energía, hasta las recientes evaluaciones que cuestionan sus beneficios, la historia ha sido un vaivén entre tradición y modernidad.

Por un lado, sectores conservadores y autoridades gubernamentales defienden la continuidad del sistema, argumentando que "el cambio de hora favorece la actividad económica y el bienestar social al permitir jornadas laborales más alineadas con la luz del día", según declaraciones oficiales recogidas durante el proceso.

En contraposición, especialistas en salud pública y organizaciones ciudadanas advierten sobre los impactos negativos en el descanso y la salud mental, señalando que "la alteración del ritmo circadiano puede aumentar los riesgos de trastornos del sueño, estrés y accidentes laborales". Estudios recientes, publicados tras el cambio de marzo, evidencian un aumento leve pero sostenido en consultas médicas relacionadas con insomnio y ansiedad.

En el plano político, la discusión no ha estado exenta de tensiones. Mientras algunos partidos de oposición han propuesto eliminar el cambio de hora, argumentando que es una medida anacrónica que no se ajusta a las necesidades actuales, el oficialismo ha respondido con cautela, promoviendo mesas de diálogo y estudios técnicos para evaluar el impacto real.

Regionalmente, la percepción también varía. En zonas rurales y del sur profundo, donde la luz natural es un recurso esencial para la vida diaria, el cambio es visto como una herramienta útil. En contraste, en grandes ciudades como Santiago, la adaptación ha sido más compleja, con reportes de desajustes en el transporte y en la organización escolar.

La ciudadanía, por su parte, se encuentra dividida. Encuestas recientes muestran que un 45% apoya mantener el cambio, mientras un 40% preferiría un horario fijo todo el año, y el resto está indeciso o desconoce los detalles del debate.

Este escenario revela una tensión profunda entre la tradición, la evidencia científica y las necesidades sociales. Más allá del simple ajuste de relojes, el cambio de hora en Chile es un espejo que refleja cómo la sociedad enfrenta sus contradicciones y busca equilibrar progreso, salud y costumbres.

A más de ocho meses del último cambio, queda claro que no hay soluciones simples ni consensos definitivos. La decisión que tome el país en los próximos años deberá considerar no solo los datos técnicos, sino también las voces diversas que componen su tejido social.

En definitiva, el debate sobre el cambio de hora en Chile es una invitación a repensar cómo organizamos nuestro tiempo y qué valoramos en la vida cotidiana, en un mundo que avanza rápido pero que no siempre encuentra respuestas claras a preguntas aparentemente sencillas.