
Una idea que parecía eterna
Durante décadas, el libre mercado se consolidó como el modelo económico predominante en Occidente, especialmente después de las reformas radicales de Margaret Thatcher en los años 80 en Reino Unido y su influencia en la política estadounidense. La privatización de empresas estatales, la apertura financiera y la creencia en la eficiencia del mercado libre marcaron una época que muchos asumieron como irreversible.
Como señalaba un analista británico, “lo que vimos en los 80 fue cómo el libre mercado pasó de ser una idea radical a una realidad asumida para siempre”.
Pero la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos puso en jaque esta narrativa. Entre 2017 y 2021, su administración impuso aranceles proteccionistas, no solo a rivales tradicionales como China, sino también a aliados históricos, alterando las reglas del juego comercial global.
Perspectivas enfrentadas: un debate que no busca consenso
Desde el ala liberal y globalista, estas medidas se interpretan como un retroceso peligroso, que amenaza la estabilidad económica mundial y el sistema de reglas que ha sustentado el crecimiento desde la posguerra. Expertos en comercio internacional han advertido que el proteccionismo puede desencadenar guerras comerciales y perjudicar a consumidores y productores.
En contraste, sectores conservadores y nacionalistas ven en estas políticas un intento legítimo de proteger la soberanía económica y los empleos nacionales. Un economista cercano a la corriente proteccionista sostiene que “el libre mercado ha sido la excepción histórica, y Trump solo intenta volver a un sistema que privilegia a la nación y no a los mercados globales”.
El impacto en las comunidades y la economía real
Las consecuencias de esta disputa no son solo teóricas. Comunidades industriales en Estados Unidos, golpeadas por décadas de deslocalización y pérdida de empleos, vieron en el proteccionismo una esperanza para recuperar su base económica. Sin embargo, los resultados han sido mixtos: algunos sectores lograron recuperar producción, mientras que otros enfrentaron represalias comerciales y aumento de precios.
Por otro lado, la globalización acelerada también ha evidenciado sus fallas. Empresas que buscan maximizar ganancias han trasladado operaciones a países con costos más bajos, dejando a regiones enteras en decadencia económica y social. Esta realidad alimentó movimientos como el Brexit en Reino Unido, donde la desconexión con las élites y el descontento con el libre mercado global fueron centrales.
Verdades y consecuencias ineludibles
Lo que la experiencia de estos últimos años muestra es que el libre mercado, lejos de ser una panacea, es un sistema complejo y frágil. Su éxito depende no solo de reglas económicas, sino también de un tejido social y político que garantice equidad y participación.
El desafío que plantea Trump y sus seguidores no es un retorno al socialismo, sino una crítica desde dentro del capitalismo mismo, cuestionando sus efectos en la base nacional y la cohesión social.
En definitiva, el debate actual invita a repensar cómo equilibrar la eficiencia económica con la justicia social y la soberanía política. Como concluye un historiador económico: “No se trata de elegir entre libre mercado o proteccionismo, sino de entender que ambos modelos tienen límites y consecuencias que deben ser gestionadas con realismo y pluralidad”.
Así, la historia del libre mercado sigue escribiéndose, con sus héroes y villanos, en un escenario global cada vez más complejo y polarizado.
2025-11-12
2025-11-12