La sacudida que no fue sólo un temblor: lecciones y tensiones tras la serie de sismos de marzo 2025
El 30 de marzo de 2025, Chile vivió una jornada marcada por una serie de sismos que, aunque no alcanzaron magnitudes extremas, sacudieron diversas zonas del país y pusieron en evidencia tanto fortalezas como falencias en la cultura sísmica nacional. Entre las 04:31 y las 18:18 horas, el Centro Sismológico Nacional de la Universidad de Chile registró más de diez movimientos, destacando un temblor de magnitud 4.2 a 84 km al este de Socaire y otro de 4.0 a 40 km al norte de Mejillones. Estos eventos, aunque moderados, reactivaron la memoria colectiva y el debate público sobre la preparación ante desastres naturales.
Una mirada desde el epicentro político y social
Desde el Ministerio del Interior, la subsecretaria de Prevención del Delito destacó que "estos sismos recuerdan que la prevención y la educación ciudadana no pueden ser temas secundarios, sino prioritarios en la agenda estatal". Sin embargo, voces desde la oposición cuestionaron la eficacia de las campañas oficiales, señalando que "la inversión en infraestructura resistente y en planes de evacuación sigue siendo insuficiente, especialmente en zonas rurales y periféricas".
En paralelo, organizaciones sociales y vecinales expresaron su preocupación por la desigualdad en el acceso a recursos de prevención. María López, dirigenta vecinal de la Región de Antofagasta, afirmó que "no basta con recomendaciones; muchas familias no tienen viviendas seguras ni acceso a información clara y en sus propios idiomas". Esta crítica pone sobre la mesa la brecha entre la política pública y la realidad territorial y cultural.
El desafío de la información y la ansiedad colectiva
La secuencia sísmica reactivó también la ansiedad social que suele acompañar a estos fenómenos, un aspecto que expertos en psicología comunitaria advierten debe ser gestionado con cuidado. El psicólogo Claudio Fuentes explica que "la sobreexposición a alertas y noticias inmediatas puede generar pánico, pero la falta de información contextualizada y confiable también deja a la población vulnerable".
En este sentido, el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) actualizó sus recomendaciones, insistiendo en la importancia de mantener la calma, asegurar rutas de evacuación y preparar un kit básico de emergencia. Estas medidas, sin embargo, no siempre son viables para todos los sectores, lo que genera un debate sobre la equidad en la gestión del riesgo.
Constataciones finales: entre la tragedia evitada y la tarea pendiente
A casi nueve meses de aquella jornada de múltiples temblores, queda claro que Chile mantiene una cultura sísmica que ha salvado vidas, pero que enfrenta desafíos estructurales profundos. La evidencia muestra que la preparación no es homogénea, y la gestión del riesgo debe incorporar las voces de las comunidades más vulnerables y las particularidades regionales.
Además, la tensión política sobre la asignación de recursos y la prioridad que se le da a la prevención revela una disputa que va más allá del fenómeno natural: es un reflejo de las desigualdades sociales y de la capacidad del Estado para integrar la diversidad del país en su planificación.
Así, la serie de sismos del 30 de marzo no sólo fue un recordatorio de la fragilidad geológica de Chile, sino también un espejo de sus tensiones sociales y políticas, un desafío que permanece abierto y que exige, más que nunca, una mirada crítica y plural para evitar que la próxima sacudida encuentre a la sociedad tan vulnerable como la anterior.