
Un nuevo escenario para el transporte público en Santiago ha tomado forma durante 2025, cuando Metro decidió abrir sus estaciones para actividades comerciales y sociales, incluyendo fiestas y lanzamientos de marcas. Desde marzo, estaciones como Baquedano y Los Leones han sido escenario de eventos que buscan generar ingresos adicionales. Esta estrategia, defendida públicamente por Felipe Bravo, gerente general de Metro, apunta a evitar alzas tarifarias y reducir la presión sobre el subsidio estatal.
"Si no tuviésemos los ingresos que vienen por otras fuentes, requeriríamos una tarifa técnica más alta, lo que podría significar un subsidio mayor o un aumento en las tarifas para el público", explicó Bravo en marzo a El Mercurio, en un intento por justificar estas iniciativas.
Pero la medida no ha estado exenta de controversia. Usuarios frecuentes y organizaciones sociales han expresado preocupación por la posible alteración de la experiencia de viaje y los riesgos en seguridad y accesibilidad. Algunos vecinos de zonas aledañas alertan sobre el ruido y la congestión, mientras que expertos en transporte advierten sobre la posible distracción de las funciones esenciales del sistema.
En paralelo, ex autoridades de Metro, como Louis De Grange, han reconocido que cerca del 16% de los ingresos de Metro provienen de actividades no relacionadas con el transporte, como arriendo de locales y publicidad. Para De Grange, estos ingresos son un componente legítimo y necesario para la sostenibilidad financiera del sistema.
"Todos esos costos operacionales se cubren con los ingresos por publicidad. Eso me parece que está bien, porque además se logra más adhesión y cariño hacia las estaciones", afirmó en una entrevista con The Clinic.
En el plano político, el debate se ha polarizado. Algunos sectores del oficialismo respaldan la iniciativa como una forma pragmática de mantener tarifas bajas y evitar mayores gastos fiscales. En contraste, voces opositoras cuestionan la priorización de ingresos comerciales sobre la calidad del servicio y la seguridad ciudadana.
Además, desde el ámbito sindical, trabajadores de Metro han manifestado inquietudes respecto a la logística y riesgos laborales que la realización de eventos masivos en estaciones podría implicar.
¿Qué queda claro tras meses de implementación? En primer lugar, que el modelo de financiamiento del transporte público en Santiago está en una encrucijada. La tradicional dependencia de subsidios estatales y tarifas ha mostrado límites, y la búsqueda de ingresos alternativos ha abierto una puerta que combina oportunidades y desafíos.
En segundo lugar, que la convivencia entre funciones comerciales y de transporte requiere un equilibrio delicado, aún en construcción, y que la percepción ciudadana será clave para la legitimidad futura del sistema.
Finalmente, que la discusión sobre el Metro como espacio público y servicio esencial trasciende lo económico, involucrando valores sociales, culturales y políticos que deberán ser abordados con profundidad y pluralidad.
Este episodio revela una tensión clásica en las urbes contemporáneas: cómo financiar servicios básicos sin sacrificar su esencia ni el bienestar colectivo. La historia del Metro y sus estaciones convertidas en escenarios de fiesta es, en definitiva, un espejo donde se refleja el Chile que queremos y el que estamos dispuestos a construir.