
El miércoles 2 de abril de 2025 marcó un antes y un después en la política comercial estadounidense, cuando entraron en vigor los llamados 'aranceles recíprocos', una medida anunciada por el expresidente Donald Trump en el marco de su política "Estados Unidos primero". Esta decisión ha desatado un complejo entramado de reacciones, tensiones y consecuencias que, a casi ocho meses de su implementación, permiten analizar con mayor perspectiva sus alcances y desafíos.
La medida busca equiparar los impuestos y barreras que otros países aplican a productos estadounidenses, un argumento simple pero con profundas implicancias. Por ejemplo, el arancel a los vehículos importados de la Unión Europea, que antes era del 2,5 %, se elevó hasta un 27 %, intentando igualar el 10 % que la UE impone a los autos estadounidenses, más el IVA comunitario mínimo de 17 %. Este incremento ha tensionado no solo las relaciones con Europa, sino que también ha afectado cadenas productivas globalizadas.
Desde la Unión Europea, fuentes diplomáticas señalaron que esta medida "rompe con los acuerdos multilaterales y pone en riesgo la estabilidad del comercio internacional". Por su parte, sectores industriales europeos expresaron preocupación por la pérdida de competitividad y el aumento de precios para consumidores.
El impacto más visible se produjo en el sector automotriz. A partir de la medianoche del 3 de abril, todos los vehículos importados a Estados Unidos enfrentaron un arancel del 25 %. Aunque la Casa Blanca intentó mitigar el efecto eximiendo temporalmente las partes fabricadas en México y Canadá, la medida generó incertidumbre y ajustes en las cadenas de suministro.
En paralelo, el 2 de abril también pudo significar el fin de facto del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), vigente desde 2020, cuando comenzaron a aplicarse aranceles adicionales a productos cubiertos por este acuerdo. Este movimiento, interpretado como una presión para lograr concesiones en temas migratorios y seguridad fronteriza, ha sido criticado por actores políticos y económicos de los tres países.
Un analista mexicano comentó: "La imposición de aranceles es un acto de coerción que amenaza la integración regional y la estabilidad económica".
Las reacciones no se han limitado al ámbito económico. En Estados Unidos, sectores republicanos y ciertos grupos industriales defendieron la medida como un acto de defensa soberana y estímulo a la producción nacional. Sin embargo, economistas y líderes demócratas advirtieron sobre los riesgos de una guerra comercial que podría encarecer productos y generar represalias.
En América Latina, la medida ha sido vista como un signo de inestabilidad en las relaciones comerciales con el principal socio económico, generando preocupación en países exportadores y en la opinión pública.
A ocho meses de su entrada en vigor, el saldo es mixto. Por un lado, se ha evidenciado un aumento en los costos para consumidores y empresas en Estados Unidos y sus socios comerciales. Por otro, la estrategia ha puesto en evidencia la fragilidad de acuerdos multilaterales y la necesidad de repensar la integración económica en un contexto global cambiante.
Además, la medida ha reavivado debates sobre soberanía, globalización y la eficacia de las políticas proteccionistas en un mundo interdependiente.
En definitiva, este pulso arancelario no solo ha trastocado el comercio, sino que ha puesto en escena un desafío mayor: cómo equilibrar intereses nacionales con la cooperación internacional en tiempos de incertidumbre geopolítica.
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Fuentes: Diario Financiero (30/03/2025), análisis de expertos en comercio internacional, declaraciones oficiales de Estados Unidos, Unión Europea y países del T-MEC.