
Un escenario de confrontación que recuerda viejas luchas de poder se ha instalado en el Senado chileno, y no es un fenómeno pasajero. La elección de Manuel José Ossandón (RN) como presidente del Senado en marzo de 2025 reactivó tensiones que hunden sus raíces en conflictos históricos y políticos que han marcado la gobernabilidad del país.
Desde un punto de vista político, la figura de Ossandón simboliza la persistencia de una derecha social ligada a redes clientelares y a un territorio específico, que se resiste a ceder terreno frente a las demandas de un Estado centralizado y moderno. Como señala el historiador Alberto Edwards, citado en diversos análisis, esta 'fronda' parlamentaria recuerda la confrontación del siglo XVII en Francia, donde la aristocracia desafió al rey por el control de recursos y poder.
En Chile, esa disputa se manifiesta en la tensión entre el Poder Ejecutivo y un Congreso que ha demostrado capacidad y voluntad para desafiar la Constitución y aprobar leyes sin consenso gubernamental. La administración actual de Gabriel Boric ha debido navegar en aguas turbulentas, cediendo en numerosas ocasiones para evitar un bloqueo institucional, a diferencia del segundo gobierno de Sebastián Piñera, que terminó siendo víctima de esta dinámica con la aprobación de los retiros previsionales y la crisis inflacionaria subsecuente.
Desde la perspectiva de la oposición, la fronda representa una oportunidad para recuperar influencia y condicionar la agenda política. Sin embargo, también genera un problema interno: la división entre sectores tradicionales de Chile Vamos y nuevas figuras, que buscan articular una estrategia común para las próximas elecciones presidenciales. La elección de Ossandón fue apoyada por republicanos y socialcristianos, pero también evidenció grietas que podrían debilitar la capacidad de gobernar desde La Moneda.
Por otro lado, voces ciudadanas y analistas sociales advierten que esta disputa no solo es un choque de poderes, sino un reflejo de una sociedad fragmentada, donde las lealtades personales y los intereses territoriales prevalecen sobre una visión de Estado y desarrollo nacional. La persistencia de estas tensiones amenaza con prolongar la ingobernabilidad, afectando la capacidad del país para enfrentar desafíos estructurales como la desigualdad, la reforma tributaria y la modernización institucional.
En conclusión, la fronda parlamentaria no es un episodio aislado ni reciente, sino la expresión de una lucha profunda entre modelos de poder y gobernabilidad en Chile. La historia política del país muestra que estas confrontaciones suelen terminar en desgaste mutuo y crisis institucionales. La pregunta que queda en el aire es si los actores actuales están dispuestos a superar la lógica de la confrontación para construir acuerdos que permitan avanzar, o si la fractura se profundizará, condenando a Chile a un ciclo repetitivo de conflictos que impidan su desarrollo.
Este análisis se basa en la revisión de columnas y reportajes de medios como La Tercera, y en el seguimiento de las dinámicas parlamentarias desde 2020 hasta la fecha, incluyendo la verificación de hechos clave y la confrontación de distintas perspectivas políticas y sociales.