
Más de tres años después del inicio de la invasión rusa a Ucrania, el escenario diplomático que busca poner fin al conflicto sigue siendo un terreno movedizo y cargado de tensiones.
El 25 de noviembre de 2025, el enviado especial de Donald Trump, Steve Witkoff, viajó a Moscú para reunirse con Vladimir Putin y discutir la propuesta de paz de 28 puntos elaborada por la administración estadounidense. Paralelamente, el secretario del Ejército de EE.UU., Dan Driscoll, se reunió con autoridades ucranianas para avanzar en las negociaciones. Esta doble vía refleja la apuesta de Washington por una "diplomacia itinerante" que dialogue con ambas partes, según la portavoz Karoline Leavitt.
El borrador del plan de paz, que ha sufrido modificaciones desde su filtración inicial, busca abordar aspectos clave como el futuro de las regiones ucranianas bajo control ruso, el destino de las Fuerzas Armadas de Ucrania y la posible integración de Kiev a la OTAN. Sin embargo, la propuesta ha sido ampliamente cuestionada por Ucrania y sus aliados europeos, quienes la consideran demasiado favorable a Moscú.
"No hay ningún plan de paz, solo una lista de cuestiones para discutir", declaró Vladimir Putin el 27 de noviembre, enfriando las expectativas generadas por Trump y sus enviados. El líder ruso se comprometió, no obstante, a dejar por escrito que Rusia no atacará al resto de Europa, un gesto que busca mostrar disposición para avanzar aunque con cautela.
En el centro de las negociaciones está Kirill Dmitriev, director del fondo soberano ruso y hombre clave detrás de la redacción del polémico plan. Graduado de Harvard y con una carrera marcada por su ambición y capacidad para el networking, Dmitriev ha sido el interlocutor principal de Witkoff en un proceso que mezcla diplomacia oficial con gestiones paralelas. Ambos carecen de experiencia diplomática tradicional, lo que ha generado críticas y suspicacias.
En Bucha, localidad al norte de Kiev donde se cometieron crímenes atroces durante la ocupación rusa, la propuesta de paz es recibida con rechazo y dolor. Los residentes recuerdan los asesinatos masivos de civiles y la tortura, con más de 560 víctimas identificadas y decenas aún desaparecidas. Para ellos, cualquier acuerdo que no incluya castigos a los responsables es inaceptable.
"Yo perdí a 16 amigos, civiles asesinados criminalmente. Estos crímenes deben ser castigados", afirma Dmytro Hapchenko, funcionario municipal de Bucha, quien relata la pesadilla vivida bajo la ocupación. Esta perspectiva choca con la idea de amnistía para soldados rusos que algunos puntos del plan contemplan, generando una disonancia moral que dificulta la reconciliación.
La administración Trump, a través de figuras como Witkoff y Driscoll, ha intentado avanzar en un acuerdo que ponga fin a la guerra, pero enfrenta desafíos internos y externos. Driscoll, conocido como "el chico de los drones", se ha convertido en un negociador clave con un perfil técnico y militar, mientras que Witkoff ha sido cuestionado por un audio filtrado en el que aconsejaba al Kremlin sobre cómo halagar a Trump para ganar su confianza.
"Witkoff está haciendo lo que hace un negociador", defendió Trump tras la filtración, aunque la situación generó polémica y puso en duda la transparencia del proceso.
- Desde Moscú, se enfatiza la necesidad de un acuerdo que reconozca los intereses rusos y garantice la seguridad europea, aunque con cautela y sin apresuramientos.
- Kiev y sus ciudadanos exigen una paz digna que respete la soberanía y la justicia por los crímenes cometidos.
- Washington busca un equilibrio entre presionar a Rusia y sostener el apoyo a Ucrania, en un proceso que combina canales oficiales y figuras no convencionales.
Este episodio revela la complejidad de negociar la paz en un conflicto que ha calado en la memoria colectiva y en la geopolítica global. La propuesta de Trump, aunque con avances diplomáticos visibles, enfrenta la dura realidad de las heridas abiertas en Ucrania y la desconfianza mutua entre las partes.
La reunión entre Putin y Witkoff del 2 de diciembre, junto con las conversaciones simultáneas en Kiev, marcan un punto crítico donde el futuro del plan puede definirse, pero sin garantías de éxito. La historia reciente de Bucha y otras localidades recuerda que la paz sin justicia puede ser frágil y que los acuerdos deben tener en cuenta no solo intereses estratégicos, sino también las demandas de quienes sufrieron la tragedia.
En definitiva, la diplomacia de hoy es un coliseo donde se enfrentan ambiciones, heridas y esperanzas, y donde los espectadores debemos observar con atención para comprender las múltiples dimensiones de un conflicto que todavía no encuentra su desenlace.