Groenlandia reafirma su soberanía ante la presión de Estados Unidos: un choque de historias y futuros

Groenlandia reafirma su soberanía ante la presión de Estados Unidos: un choque de historias y futuros
Internacional
América Latina
2025-12-02
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- Groenlandia desafía las pretensiones de EE.UU. en medio de tensiones diplomáticas y militares.

- Una población marcada por traumas históricos y un cambio climático acelerado que redefine su territorio y futuro.

- Diversos actores internacionales y locales confrontan visiones sobre soberanía, seguridad y desarrollo económico.

Desde principios de 2025, Groenlandia ha sido epicentro de una disputa geopolítica que trasciende sus gélidas fronteras. El renovado interés de Estados Unidos por la isla, expresado con insistencia por el presidente Donald Trump y su administración, ha desatado una serie de reacciones que evidencian tensiones entre soberanía local, intereses estratégicos globales y desafíos ambientales.

En marzo, el vicepresidente estadounidense JD Vance visitó la base militar de Pituffik, la única instalación estadounidense en Groenlandia, en medio de acusaciones de presiones inaceptables contra el territorio autónomo danés. “Dinamarca no ha hecho un buen trabajo en mantener la seguridad de Groenlandia”, afirmó Vance, sugiriendo que EE.UU. podría negociar la adhesión de Groenlandia una vez alcance la independencia.

La reacción groenlandesa fue inmediata y unánime en rechazar cualquier intento de anexión. Jens-Frederik Nielsen, presidente electo de Groenlandia, fue categórico: “EE.UU. no la tendrá. No pertenecemos a otros. Nosotros mismos decidimos nuestro futuro”. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, también criticó duramente las presiones estadounidenses, calificándolas de “inaceptables”.

Este pulso entre Washington y Nuuk no es solo una disputa diplomática, sino que tiene raíces profundas en la historia y la realidad de Groenlandia. La isla, con una población de apenas 56.000 habitantes, enfrenta heridas históricas profundas: el desplazamiento forzado de comunidades inuit en los años 50 para construir bases militares estadounidenses, altos índices de suicidio, alcoholismo y una crisis demográfica que amenaza su tejido social.

La presencia militar estadounidense, aunque estratégica para la defensa en el Ártico, es vista con recelo por muchos groenlandeses. “Sin Estados Unidos no existiría Qaanaaq porque no habrían desplazado a la gente de Thule”, dice la cazadora inuit Toku Oshima, reflejando la compleja relación entre dependencia y resistencia.

Al mismo tiempo, Groenlandia se encuentra en el epicentro del cambio climático global. Científicos internacionales y locales han documentado un acelerado deshielo que no solo redefine su geografía, sino que tiene consecuencias globales. Entre 2002 y 2023, Groenlandia perdió cerca de 280.000 millones de toneladas de hielo anuales, elevando el nivel del mar mundial y alterando patrones climáticos. La imagen viral de perros siberianos caminando sobre agua derretida en la banquisa es una metáfora visual de esta emergencia ambiental.

Este deshielo abre nuevas rutas marítimas y posibilidades económicas, especialmente en minería. Groenlandia posee abundantes minerales críticos para la transición energética, como tierras raras, litio y cobalto. Sin embargo, la explotación minera es un tema divisivo: mientras algunos ven en ella una vía hacia la independencia económica, otros advierten sobre el daño ambiental y la pérdida de patrimonio geológico.

Naaja Nathanielsen, ministra de Recursos Mineros, afirma que la ley contra el uranio está vigente y que la minería debe respetar la voluntad popular, que rechaza proyectos contaminantes.

En el escenario internacional, Francia y la Unión Europea han expresado su apoyo a la integridad territorial de Groenlandia, con el presidente Macron declarando que “Groenlandia no se puede comprar ni tomar”. Esto contrasta con la retórica estadounidense que, pese a reconocer la autodeterminación groenlandesa, no oculta su interés estratégico y económico.

Para Groenlandia, la independencia es una aspiración creciente, pero también una compleja realidad. La isla depende económicamente de Dinamarca, que aporta cerca del 25% de su presupuesto. La autonomía plena implica desafíos en gobernanza, economía y relaciones internacionales.

Las elecciones parlamentarias de marzo de 2025 reflejaron un aumento del independentismo moderado, con un nuevo gobierno de coalición que busca avanzar con cautela en la autodeterminación.

Este choque de perspectivas —entre un gigante global que ve a Groenlandia como pieza estratégica, un Estado europeo que busca mantener su soberanía y un pueblo que lucha por definir su identidad y futuro— se ha convertido en un drama con múltiples actores y consecuencias.

Lo que está claro es que Groenlandia ya no es un territorio remoto y silencioso. Es un escenario donde convergen las tensiones del siglo XXI: soberanía, cambio climático, geopolítica y derechos humanos. La isla es, en palabras de sus habitantes, un lugar que no está en venta y que desafía a quienes pretenden decidir su destino desde afuera.

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Fuentes: Reuters, EL PAÍS, La Tercera, BBC News Mundo, declaraciones oficiales de Groenlandia, Dinamarca, y Estados Unidos, análisis de expertos en geopolítica y cambio climático.