
Un nuevo pulso musical sacude el panorama chileno. Desde comienzos de 2025, una camada de artistas como Lomberr, El Mala Hierba, Gritos de Noche, Francesc Morales y Jairo Vera ha irrumpido con propuestas que mezclan géneros y estéticas, generando una discusión que va más allá de lo artístico.
En marzo de 2025, Cooperativa.cl documentó esta ola bajo el título “Nuevos sonidos: Lomberr, El Mala Hierba, Gritos de Noche, Francesc Morales y Jairo Vera”, marcando el inicio de un fenómeno que hoy, a meses de distancia, revela sus múltiples capas.
“Lo que estamos viendo no es solo música nueva, sino una redefinición de cómo los jóvenes entienden su identidad cultural y social,” señala la musicóloga y académica de la Universidad de Chile, Verónica Sandoval. Para ella, estos artistas representan una respuesta a un Chile que ha cambiado aceleradamente en la última década.
Por un lado, sectores más tradicionales del público y la industria musical observan con recelo esta renovación. “Hay una pérdida de referentes claros, y eso genera incertidumbre,” comenta un productor con más de 30 años en la escena nacional, quien prefiere mantener el anonimato. Para estos actores, la fragmentación sonora dificulta la consolidación de una industria potente y exportable.
Desde regiones y sectores sociales menos representados, la irrupción de estos nuevos sonidos es celebrada como una oportunidad para visibilizar narrativas hasta ahora marginadas. El colectivo Gritos de Noche, por ejemplo, ha sido destacado por su fusión de ritmos urbanos con elementos folclóricos, articulando una crítica social que resuena en barrios periféricos.
“Nuestra música habla de lo que vivimos, no de lo que quieren que escuchemos,” afirma su vocalista en una reciente entrevista, reflejando una postura que desafía el status quo.
La expansión de plataformas digitales ha facilitado la difusión de estos artistas, pero también ha expuesto tensiones con modelos comerciales tradicionales. Mientras algunos sellos independientes apuestan por la diversidad y experimentación, las grandes casas discográficas mantienen estrategias más conservadoras.
Un análisis de la consultora musical SoundChile concluye que el consumo de música chilena ha crecido un 15% en 2025, impulsado principalmente por estos nuevos exponentes. Sin embargo, advierten que la sostenibilidad económica de estos proyectos aún está en entredicho.
La emergencia de estos nuevos sonidos no solo ha puesto en jaque las estructuras consolidadas de la música chilena, sino que ha abierto un debate sobre identidad, pertenencia y futuro cultural. No se trata simplemente de una moda pasajera, sino de una transformación que refleja las tensiones sociales y generacionales del país.
En definitiva, lo que está en juego es la capacidad de la sociedad chilena para integrar voces diversas y contradictorias en una narrativa común, o bien para fragmentarse en múltiples universos culturales paralelos. Como espectadores, somos testigos de una tragedia y una oportunidad: la lucha por definir qué música, y qué Chile, queremos escuchar.