
Un drama que se extendió por más de dos semanas ha dejado al sudeste asiático convulsionado. Desde finales de noviembre hasta comienzos de diciembre de 2025, una serie de ciclones tropicales y lluvias monzónicas han provocado inundaciones y deslizamientos que han cobrado la vida de más de 1.100 personas en Indonesia, Sri Lanka, Tailandia y Malasia, dejando a millones afectados y a miles desplazados.
En Indonesia, la cifra más alta del desastre corresponde a la isla de Sumatra, donde se contabilizan oficialmente al menos 700 muertos, cerca de 500 desaparecidos y más de 3 millones de damnificados. La Agencia Nacional de Mitigación de Desastres (BNPB) ha reportado daños severos en más de 3.600 viviendas, con otras miles afectadas en menor medida, además de cortes prolongados de electricidad y vías bloqueadas por deslaves.
En Sri Lanka, el ciclón Ditwah desencadenó la peor inundación en una década, con 366 fallecidos y más de 360 desaparecidos. El presidente Anura Kumara Dissanayake calificó la emergencia como la 'más grande y desafiante en la historia del país', mientras los equipos de rescate luchan contra la inaccesibilidad y la destrucción masiva de infraestructura. Más de medio millón de personas han sido afectadas y miles permanecen en centros de evacuación.
Tailandia, por su parte, ha sufrido el impacto en ocho provincias del sur, con un balance que supera los 176 muertos y más de tres millones de afectados. La provincia de Songkhla, epicentro de la tragedia, registró precipitaciones récord —335 mm en un solo día, la mayor en 300 años—, dejando ciudades como Hat Yai bajo el agua y el barro, con pérdidas materiales incalculables.
El fenómeno climático que azotó la región fue complejo y múltiple: tres ciclones simultáneos, Senyar, Ditwah y Koto, que se combinaron con un monzón particularmente intenso. Expertos climáticos advierten que estos eventos extremos, cada vez más frecuentes y potentes, son una manifestación directa del calentamiento global y la crisis climática que afecta el Pacífico y el sudeste asiático.
Sin embargo, la tragedia no solo ha puesto a prueba la naturaleza, sino también a los gobiernos y sus sistemas de gestión de emergencias. En Indonesia, aunque el presidente Prabowo Subianto visitó las zonas afectadas y prometió una respuesta firme, la magnitud de la crisis ha superado la capacidad logística local. Algunas regiones permanecieron aisladas durante días, sin acceso a ayuda básica, lo que provocó escenas de desesperación y saqueos. “Debemos hacer todo lo posible para restaurar la electricidad y las comunicaciones, la gente lo necesita urgentemente”, declaró el ministro de Energía Bahlil Lahadalia.
En Sri Lanka, la situación se complicó por la destrucción de carreteras, puentes y redes eléctricas, lo que dificultó la llegada de ayuda. Además, la crisis ha reavivado el debate sobre la corrupción y la mala gestión de fondos destinados a la prevención y mitigación de desastres, un tema que también ha estallado en Filipinas y Malasia, donde protestas sociales han denunciado el desvío de recursos y la falta de inversión en infraestructura resiliente.
En Tailandia, la movilización del ejército para evacuar a miles de personas y restablecer servicios básicos fue rápida, pero la recuperación será lenta. El primer ministro Anutin Charnvirakul estableció un plazo de siete días para que los residentes pudieran regresar a sus hogares, aunque la magnitud de los daños sugiere que la reconstrucción tomará meses.
La tragedia ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de una región densamente poblada y con alta exposición a fenómenos climáticos extremos. Además, ha reavivado tensiones políticas internas y críticas ciudadanas sobre la preparación y respuesta estatal.
Desde una mirada plural, se observan diferentes narrativas:
- Gobiernos enfatizan la solidaridad nacional y la fortaleza ante la adversidad, pero enfrentan cuestionamientos por la lentitud y la falta de coordinación.
- Sectores civiles y expertos alertan sobre la urgente necesidad de políticas climáticas integrales y transparencia en el manejo de recursos.
- Comunidades afectadas relatan la desesperación, la pérdida de seres queridos y la incertidumbre sobre el futuro.
Al mirar atrás, la tragedia del sudeste asiático en 2025 no solo es un capítulo más en la larga historia de desastres naturales de la región, sino un espejo de las complejidades del cambio climático y la gobernanza en países con desafíos estructurales.
En definitiva, más de 1.100 vidas perdidas, cientos de desaparecidos y millones de afectados son la cruda realidad que obliga a repensar la forma en que el mundo enfrenta la emergencia climática y protege a sus poblaciones más vulnerables.
Fuentes: Reuters, La Tercera, Cooperativa.cl, BBC News Mundo, El País.