
Recoleta puso fin a la Universidad Abierta de Recoleta (UAR), una iniciativa educativa popular que desde 2018 ofreció formación a más de 150.000 personas, dejando un vacío que aún genera controversia y cuestionamientos profundos.
El 31 de marzo de 2025, la nueva administración municipal, liderada por Fares Jadue, también militante del Partido Comunista, notificó el despido de las y los trabajadores de la UAR, alegando que esta no estaba contemplada en el Plan Anual de Educación Municipal 2025. Este abrupto cierre marcó el fin de un proyecto que durante seis años fue considerado un símbolo de educación alternativa y popular en Recoleta.
La UAR nació en 2018 bajo la alcaldía de Daniel Jadue, con el objetivo de ofrecer una educación abierta, gratuita y diversa, que trascendiera los límites formales del sistema tradicional. Su modelo se basaba en el trabajo voluntario de cerca de 1.500 docentes e investigadores y la colaboración de alrededor de cien instituciones nacionales e internacionales.
Durante su funcionamiento, la UAR logró impactar a más de 150.000 personas en Recoleta, Chile y el extranjero, consolidándose como un referente en educación comunitaria. Sin embargo, el cambio de administración en diciembre de 2024 abrió una nueva etapa que terminó con su clausura.
Desde el sector político cercano a Jadue, el cierre es visto como un golpe a una de las iniciativas más emblemáticas del proyecto político que buscaba mejorar la calidad de vida local a través de la educación. “La Universidad Abierta de Recoleta demostró que otra educación es necesaria y posible,” señalaron representantes de la UAR, confiando en que su ejemplo inspire a futuros proyectos.
Por otro lado, desde la administración municipal se argumenta que la medida responde a necesidades administrativas y a la reorganización del Plan Anual de Educación, priorizando la eficiencia y la integración de recursos. Algunos sectores críticos al proyecto original cuestionan su modelo voluntarista y la sostenibilidad financiera de una iniciativa que dependía en gran medida del compromiso no remunerado.
La clausura ha generado preocupación en la comunidad, especialmente entre quienes encontraron en la UAR una oportunidad para acceder a una educación flexible y cercana. Organizaciones sociales y académicos han planteado la necesidad de evaluar alternativas que mantengan el espíritu de inclusión y participación que caracterizó a la universidad popular.
Además, la incertidumbre sobre el destino de los contenidos educativos y los procesos en desarrollo ha sido un foco de tensión. No existe información oficial clara sobre el resguardo o reutilización de los materiales y programas que la UAR desarrolló durante seis años.
Este episodio revela las tensiones entre proyectos educativos populares y las lógicas administrativas municipales en Chile. La experiencia de la UAR pone en evidencia los desafíos de institucionalizar iniciativas que surgen desde la comunidad, especialmente cuando dependen de voluntariado y de un fuerte liderazgo político.
Asimismo, el cierre invita a reflexionar sobre la continuidad de modelos educativos alternativos en contextos políticos cambiantes y la importancia de diseñar políticas públicas que aseguren la sustentabilidad y el legado de estas experiencias.
Finalmente, la historia de la UAR en Recoleta es un recordatorio de que la educación no es solo un servicio, sino un campo de batalla donde se confrontan visiones sobre el derecho a aprender, la participación ciudadana y el rol del Estado.
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Fuentes: Cooperativa.cl, declaraciones oficiales de la UAR, análisis de expertos en educación popular y políticas municipales.