
En marzo de 2025, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) celebró en Santiago su primera Asamblea de Gobernadores en más de dos décadas, posicionándose públicamente como el "puente" para atraer inversiones a América Latina. Sin embargo, a casi nueve meses del evento, la pregunta que emerge es si esta promesa se ha traducido en cambios concretos o si, por el contrario, se mantiene como un discurso optimista frente a un escenario complejo y desigual.
El presidente del BID, Ilan Goldfajn, declaró en el seminario inaugural que el organismo busca ampliar su escala e impacto, con la ambición de superar los US$38.000 millones en financiamiento anual para 2030, frente a los US$25.000 millones actuales. Esta cifra refleja un aumento notable, pero también pone en evidencia el enorme desafío que implica canalizar recursos hacia proyectos con impacto real y sostenible.
Por otro lado, la estrategia "BID for the Americas", lanzada en 2023, se presenta como un programa para fomentar negocios entre 26 países latinoamericanos y socios globales, con especial énfasis en el trabajo conjunto con el sector privado. En este contexto, James Scriven, gerente general de BID Invest, el brazo privado del banco, enfatizó la necesidad de "total transparencia" y de responder a demandas gubernamentales para ser "más agresivos" en sectores clave como infraestructura y medio ambiente.
No obstante, la visión oficial del BID no ha estado exenta de cuestionamientos. Desde sectores académicos y organizaciones sociales se advierte que la institución, pese a su poder financiero, enfrenta limitaciones estructurales que dificultan su rol como agente de cambio profundo en una región marcada por la desigualdad y la fragilidad institucional.
"La región es una de las más desiguales del mundo y el BID es una de las instituciones más poderosas. Poderosa en el sentido de poder cambiar la realidad", afirmó Goldfajn, pero agregó que el banco no es político sino comprometido con el Estado, una distinción que algunos interpretan como una forma de evitar la responsabilidad política en contextos de crisis social y económica.
Desde la sociedad civil, voces como la vicepresidenta de Países e Integración Regional del BID, Anabel González, han subrayado que la colaboración con organizaciones no gubernamentales es "vital" para fortalecer la transparencia y la confianza pública. Sin embargo, en la práctica, estas alianzas han sido calificadas por algunos críticos como insuficientes o meramente formales, sin un impacto real en la toma de decisiones o en la supervisión de proyectos.
En los meses posteriores a la Asamblea, se han registrado protestas en varias regiones de Chile y otros países latinoamericanos donde proyectos financiados por el BID han generado controversias, especialmente en temas relacionados con derechos territoriales, impacto ambiental y distribución de beneficios.
Este contexto ha puesto en evidencia la tensión entre la aspiración del BID de ser un facilitador de inversiones y el reclamo de comunidades y expertos por procesos más inclusivos y responsables.
En definitiva, lo que está en juego es si el BID podrá trascender su rol tradicional como banco multilateral para convertirse en un actor que realmente articule intereses diversos, desde gobiernos hasta sociedad civil y sector privado, en pos de un desarrollo sostenible y equitativo.
Como señala la economista regional Ana María Rojas, "sin un cambio profundo en la gobernanza y una escucha genuina a las demandas sociales, cualquier aumento en financiamiento corre el riesgo de profundizar desigualdades y conflictos".
Conclusiones visibles a la fecha:
- El BID mantiene un discurso ambicioso y renovado sobre su rol en América Latina, con un aumento significativo en sus objetivos de financiamiento.
- La inclusión de la sociedad civil es declarada como prioridad, pero su implementación y resultados aún son cuestionados.
- Las tensiones sociales y ambientales en proyectos financiados por el BID reflejan la complejidad de operar en una región con profundas desigualdades y demandas históricas.
- El verdadero impacto del BID dependerá de su capacidad para equilibrar intereses y fortalecer mecanismos de transparencia y participación, más allá de la mera provisión de recursos.
Este análisis invita a mirar más allá de los titulares y discursos optimistas, para entender que el "puente" que propone el BID es todavía un andamiaje en construcción, con desafíos que deberán resolverse para que la promesa se traduzca en realidades tangibles para las sociedades latinoamericanas.
2025-11-08