
En el escenario político chileno que se perfila hacia la segunda vuelta presidencial del 14 de diciembre, la coalición Chile Vamos ha comenzado a dar pasos concretos para preparar un eventual gobierno encabezado por José Antonio Kast. Desde hace semanas, y de manera discreta, dirigentes y equipos técnicos han activado conversaciones informales para definir nombres que podrían integrar un gabinete y otros cargos públicos. Este movimiento no es solo una muestra de confianza en las encuestas que colocan a Kast como favorito, sino también un reconocimiento de la magnitud del desafío que implica conformar un gobierno en un contexto político fragmentado y polarizado.
El presidente del Partido Republicano, Arturo Squella, ha sido claro al señalar que este no será un gobierno exclusivamente republicano, sino que buscará integrar a toda la oposición, incluyendo a Chile Vamos. Sin embargo, esta visión choca con las experiencias previas del bloque, donde tensiones y resistencias internas han marcado la distribución de poder y cargos. La referencia inevitable es el gabinete de Gabriel Boric, donde inicialmente se instalaron los llamados "anillos de poder" que relegaron a ciertos partidos a posiciones periféricas, un esquema que debió ser corregido con el tiempo.
Dentro de Chile Vamos, las distintas colectividades han adoptado enfoques variados frente a esta eventual integración. En Renovación Nacional (RN), por ejemplo, ya se han identificado figuras que podrían dejar el Congreso y sumarse a la administración, aunque algunos, como el senador Rodrigo Galilea, muestran reticencias por vínculos personales con Kast. Por su parte, la UDI ha concentrado esfuerzos en regiones, recopilando antecedentes de equipos administrativos con experiencia para ocupar mandos medios, una señal de que la coalición busca fortalecer su estructura territorial.
El Partido Republicano, por su parte, ha avanzado en la conformación de un equipo dedicado a la búsqueda y evaluación de cuadros para ministerios, subsecretarías y cargos regionales. Liderado por Alejandro Irarrázaval, coordinador general de campaña, este grupo ha acelerado el trabajo para llegar con propuestas concretas una vez que la elección se resuelva. No obstante, desde Chile Vamos insisten en que la selección final será un proceso conjunto, y que las definiciones formales se darán solo después del 14 de diciembre.
Este proceso de perfilamiento se da en un contexto donde la coalición enfrenta una paradoja: debe mostrar unidad y capacidad de gobernabilidad, pero convive con diferencias ideológicas y estratégicas profundas. El Partido Republicano representa un sector más radical y ultraconservador, mientras que la derecha tradicional busca mantener una imagen más moderada y pragmática. La tensión entre estos polos no solo es política, sino también simbólica, y tendrá un impacto en la gobernabilidad y en la capacidad de diálogo con otros sectores.
Desde la sociedad civil y analistas políticos, se observa con atención esta fase de preparación. Algunos destacan que la anticipación y orden en la instalación del gobierno es una señal positiva frente al improvisado inicio del actual mandato de Gabriel Boric. Otros advierten que la fragmentación y los intereses sectoriales podrían dificultar la formación de un equipo cohesionado y efectivo.
"Este no va a ser un gobierno únicamente de republicanos. Necesitamos unir a toda la oposición", afirmó Arturo Squella, reflejando la intención de construir un bloque amplio, pero también dejando entrever las complejidades que ello implica.
En definitiva, la derecha chilena está en plena construcción de un gobierno que deberá navegar entre la pluralidad interna, la necesidad de acuerdos políticos y la demanda social por soluciones concretas a problemas como la seguridad, la inmigración y la economía. El proceso de selección de cuadros y la definición de un programa de gobierno serán las primeras pruebas de fuego para una coalición que busca superar sus propias divisiones y responder a un país que ha cambiado profundamente en la última década.
Queda por ver si este esfuerzo de Chile Vamos y el Partido Republicano logrará consolidar un liderazgo que, más allá de las diferencias, pueda ofrecer gobernabilidad y respuestas claras a la ciudadanía o si, por el contrario, las tensiones internas y la fragmentación terminarán por debilitar su proyecto político en un momento crucial para Chile.