En pleno desenlace de la campaña presidencial que culminará el 14 de diciembre, el foco se ha desplazado hacia un terreno que parecía periférico pero que hoy es decisivo: el electorado que apoyó a Franco Parisi en la primera vuelta. Este grupo, heterogéneo y con raíces populares, concentra un potencial que podría inclinar la balanza en la segunda vuelta entre Jeannette Jara (PC) y José Antonio Kast.
El distrito 12, en la Región Metropolitana, emerge como el epicentro de esta disputa. Comunas como La Pintana, donde Parisi obtuvo un respaldo significativo, son el objetivo de campañas que buscan no solo fidelizar, sino también conquistar a un votante que no se siente plenamente representado por las opciones tradicionales.
Desde la vereda del progresismo, la diputada Daniela Serrano (PC) ha declarado sin ambages que la estrategia es clara: "El diseño es ir a buscar a los vecinos que han creído en el proyecto de Parisi". Este enfoque implica un despliegue intenso de campaña puerta a puerta, con la intención de dialogar uno a uno con quienes se identificaron con el economista y empresario, pero que ahora deben decidir entre dos visiones opuestas del país.
Por su parte, la derecha, con Kast a la cabeza, ha buscado capitalizar la dispersión del voto Parisi, contando con el respaldo de figuras como el diputado electo Javier Olivares, quien se ha manifestado públicamente a favor de Kast. Sin embargo, esta postura no es unánime dentro del Partido de la Gente (PDG), y la disputa interna añade un matiz de incertidumbre a la ecuación.
El tono de la campaña ha sido marcadamente confrontacional, especialmente por parte de Jara, quien ha optado por cuestionar directamente la visión de país que representa Kast, buscando marcar diferencias claras para el electorado indeciso. Esta dinámica ha sido calificada como "natural" por Serrano, dada la necesidad de confrontar ideas en esta etapa decisiva.
Desde la Democracia Cristiana, partido que ha optado por apoyar a Jara tras un proceso de definiciones internas, se perciben tensiones por gestos contradictorios de algunos de sus referentes, como el exministro Francisco Vidal, cuya evaluación de probabilidades de victoria ha generado debates en el comando progresista.
Más allá de las disputas partidarias, el electorado de Parisi representa un fenómeno nuevo en la política chilena: un sector que no se identifica plenamente con las coaliciones tradicionales y que exige propuestas concretas vinculadas a sus necesidades sociales y económicas. La capacidad de las candidaturas para acoger estas demandas y articularlas en un proyecto político coherente será clave para el resultado final.
Tras semanas de campaña, se puede concluir que la segunda vuelta no solo es una contienda entre dos candidaturas, sino una batalla por redefinir los márgenes del mapa político chileno, donde el voto Parisi actúa como un termómetro de las nuevas demandas ciudadanas y la crisis de representatividad.
Las consecuencias de esta pugna serán profundas: más allá del resultado electoral, la forma en que se integre o se excluya a este electorado marcará la estabilidad y legitimidad del próximo gobierno y, con ello, el rumbo político y social del país en los próximos años.
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