
En las últimas semanas, Chile ha activado una alerta epidemiológica frente al aumento de casos de sarampión en Argentina, un país vecino que ha visto reducir su cobertura de vacunación a niveles preocupantes, con cifras que han caído por debajo del 50% en enfermedades como poliomielitis, difteria y sarampión.
La ministra vocera Camila Vallejo, junto a la ministra de Salud Ximena Aguilera, anunciaron medidas para reforzar la vigilancia sanitaria y la campaña de vacunación en Chile, en un contexto marcado por la expansión de movimientos antivacunas que han ganado terreno en varios países, incluyendo Canadá y Estados Unidos. "Son antivacunas que generan lamentablemente efecto en la salud pública, en la vida de las personas, y eso queremos ponerlo en el nivel de importancia que merece", advirtió Vallejo.
El origen del brote en Argentina se remonta a un caso importado detectado en enero en Buenos Aires, que se propagó al Área Metropolitana. A junio de 2025, se confirmaron 35 casos de sarampión, en un país que ha sufrido además un brote de coqueluche con siete niños fallecidos. La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) ha señalado que las coberturas vacunales han caído en forma sostenida y generalizada desde 2019, con la vacuna triple viral alcanzando solo un 46% de cobertura en 2024, cuando antes superaba el 90%.
Este fenómeno no solo refleja un problema sanitario, sino también social y político. Por un lado, las autoridades sanitarias de ambos países insisten en la importancia de la vacunación y la vigilancia epidemiológica. Por otro, los movimientos antivacunas, alimentados por desinformación y desconfianza en las instituciones, han erosionado la inmunidad colectiva.
En Chile, la alerta ha generado debates sobre la responsabilidad ciudadana y la gestión gubernamental. Sectores críticos cuestionan si las campañas de vacunación y comunicación han sido suficientes para contrarrestar las narrativas antivacunas, mientras que otros advierten que el miedo y la estigmatización solo profundizan la crisis.
Desde una perspectiva regional, la situación argentina funciona como un espejo para Chile y otros países latinoamericanos, donde la fragilidad del sistema de salud pública y las desigualdades sociales complican la respuesta a brotes epidémicos.
En definitiva, el aumento del sarampión en Argentina y la alerta chilena evidencian una crisis de confianza en la salud pública que trasciende fronteras. La caída en la vacunación no solo pone en riesgo a los niños y adolescentes, sino que abre un escenario donde enfermedades erradicadas vuelven a circular, con consecuencias que ya se están pagando en vidas y en la tensión social.
El desafío no es solo sanitario, sino también comunicacional y político: cómo recuperar la confianza, cómo enfrentar la desinformación y cómo proteger a las comunidades más vulnerables. Mientras tanto, la vigilancia y la vacunación siguen siendo las únicas herramientas efectivas para evitar que el sarampión y otras enfermedades prevenibles vuelvan a instalarse con fuerza en la región.
"Estamos ante un escenario de fragilidad inmunológica colectiva. Las cifras actuales no solo comprometen la inmunidad individual, sino que ponen en riesgo la salud pública en su conjunto", resumió la doctora Alejandra Gaiano, de la Sociedad Argentina de Pediatría.
En esta tragedia colectiva, la responsabilidad recae tanto en los gobiernos como en las sociedades, en un duelo donde la salud pública lucha contra la sombra de la desconfianza y la desinformación, con vidas humanas en juego.