
En la esquina de Avenida Federico Errázuriz con calle Virtud, Cerro Navia se ha convertido en el escenario de una tragedia que va más allá de las llamas. El incendio que afectó a una panadería local el pasado 23 de noviembre movilizó a cerca de 120 voluntarios de Bomberos, quienes enfrentaron una estructura compleja, con losa, loceta y metal expuestos a altas temperaturas. En el combate de este siniestro, dos bomberos resultaron heridos: uno cayó desde gran altura y otro sufrió fatiga por el arduo trabajo. La emergencia, contenida en un horno de secado, dejó además daños colaterales en viviendas vecinas debido al uso intensivo de agua y la intervención en los techos.
Pero el fuego es solo un síntoma visible de una crisis más profunda que consume a la comuna desde hace meses. La violencia desatada entre bandas narcotraficantes en la población Sara Gajardo ha escalado a niveles inéditos, como advirtió el alcalde Mauro Tamayo a principios de noviembre. "Estamos a nada de tener niños baleados", alertó, describiendo un ambiente donde el miedo paraliza a los vecinos y la amenaza de violencia armada es cotidiana.
Este conflicto armado entre organizaciones criminales rivales ha generado un estado de desprotección absoluta en Cerro Navia. "Nos hemos comunicado con la Subsecretaría de Seguridad Pública y lamentablemente no hemos tenido la respuesta necesaria. Hoy tenemos la sensación de ausencia completa del Estado en nuestra comuna", denunció Tamayo en conversación con medios nacionales. La falta de efectivos policiales, la ausencia de coordinación efectiva entre las instituciones de seguridad y la insuficiencia de medidas concretas han llevado al municipio a recurrir a la Corte de Apelaciones y a la Contraloría General de la República para exigir acciones.
Desde la perspectiva institucional, el Ministerio de Seguridad Pública enfrenta críticas por no lograr articular ni dirigir eficientemente a las policías, dejando a Carabineros con la responsabilidad exclusiva de responder a una situación que requiere un enfoque integral y urgente. Mientras tanto, la comunidad paga el costo más alto: hogares en riesgo, niños expuestos a la violencia y bomberos que arriesgan su vida en emergencias cada vez más complejas.
Este episodio encarna la tragedia cotidiana de Cerro Navia: un territorio donde el abandono estatal y la violencia estructural se cruzan con emergencias que demandan heroísmo y sacrificio. La lección que deja es clara y dolorosa: sin un compromiso real y coordinado, las llamas que destruyen panaderías pueden ser el preludio de incendios mucho más devastadores, aquellos que consumen la seguridad y la esperanza de una comunidad vulnerable.
En conclusión, los hechos confirman que la crisis en Cerro Navia no es solo un problema policial ni un incendio aislado, sino un entramado de violencia, falta de políticas públicas efectivas y abandono institucional. Mientras las llamas se apagan lentamente, queda la urgencia de encender un debate nacional sobre cómo proteger a los más expuestos y garantizar que la tragedia no siga su curso.