
El domingo 14 de diciembre de 2025 se realizará la segunda vuelta presidencial que definirá quién gobernará Chile en los próximos cuatro años. Los protagonistas son Jeannette Jara, candidata del progresismo y militante comunista, y José Antonio Kast, representante de la derecha republicana. Pero más allá de la contienda entre dos nombres, lo que está en juego es la dirección que tomará el país frente a un electorado fragmentado, cansado y volátil.
El resultado de la primera vuelta, celebrada el 16 de noviembre, dejó en evidencia una realidad electoral menos previsible de lo que las encuestas y los análisis tradicionales sugerían. Jara obtuvo el primer lugar con un 26,8%, seguida por Kast con un 23,9%. Sin embargo, el fenómeno más disruptivo fue la irrupción de Franco Parisi, outsider con un 19,7%, que capturó el voto de un sector joven, periférico y desencantado, que no se siente representado ni por la izquierda ni por la derecha clásica.
Este sector, estimado entre un 8% y un 12% del electorado, permanece indeciso o indiferente, y podría ser el factor decisivo en la segunda vuelta. Se trata de un votante que no responde a lealtades ideológicas sino a emociones ligadas a la economía cotidiana, la seguridad y la percepción de quién puede gobernar sin perjudicarlos. Como señaló un estudio de la consultora Unholster, este grupo representa a hombres jóvenes, de sectores C3-D, que buscan movilidad social y rechazan las élites políticas tradicionales.
La campaña de Jeannette Jara ha buscado aprovechar la indignación material que genera la colusión y los abusos económicos, enfocándose en propuestas sociales como el salario vital y la reducción de la jornada laboral a 40 horas. Su discurso se ha desplazado hacia una indignación concreta y reconocible, más que a un progresismo nostálgico o refundacional. En materia de seguridad, Jara apuesta por una combinación de prevención, integración social y persecución penal efectiva, una estrategia menos espectacular pero más sostenible.
“Jara encontró el tono: menos refundación, más indignación material, directa y reconocible”, comenta un analista político consultado.
Por su parte, José Antonio Kast presenta un discurso centrado en la mano dura: militares en las calles, fronteras cerradas y estados de excepción prolongados. Su oferta busca transmitir orden y resultados rápidos, capitalizando el aumento de la delincuencia como tema central. Sin embargo, expertos advierten que esta estrategia puede erosionar el Estado de derecho y radicalizar la violencia, como se ha visto en otros países latinoamericanos.
En lo económico, Kast propone rebajas tributarias para medianas y grandes empresas, un enfoque criticado por su falta de una estrategia clara de diversificación e innovación productiva, y que podría debilitar al Estado en su rol de modernizador.
El norte del país ha mostrado una resistencia a la suma de la derecha, con regiones como Tarapacá y Antofagasta donde la triple derecha no alcanzó el 50%, y el PDG se consolidó como expresión del descontento. En contraste, el sur sigue siendo un bastión para Kast, donde su base electoral es más sólida y podría asegurar un colchón de votos.
Desde la sociedad civil, las voces jóvenes y periféricas expresan un desencanto profundo con la política tradicional. Muchos se identifican con la figura de Parisi o permanecen indecisos, reflejando una crisis de representación y confianza que desafía los esquemas clásicos.
El escenario es una segunda vuelta abierta, donde la diferencia entre los candidatos podría ser estrecha y donde el voto de los indecisos será crucial. La contienda no solo enfrenta dos proyectos políticos, sino dos maneras de entender la seguridad, la economía y la democracia chilena.
Por un lado, la opción progresista apuesta por reformas sociales graduales, fortalecimiento del Estado y una política de seguridad integrada. Por otro, la propuesta republicana busca orden y mano dura, con riesgos evidentes para las garantías democráticas y la cohesión social.
Este choque refleja una ciudadanía cansada, que no se deja impresionar fácilmente y que exige soluciones concretas a problemas reales. La historia electoral reciente demuestra que el electorado chileno no oscila entre polos radicales, sino que busca credibilidad y resultados palpables.
Finalmente, la segunda vuelta será un test para la madurez democrática del país, donde la polarización y la fragmentación deberán enfrentarse con diálogo, respeto institucional y un compromiso renovado con la convivencia social.
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Fuentes consultadas: análisis de la consultora Unholster, estudios del CEP, declaraciones de la presidenta del Servel Pamela Figueroa, columnas de opinión en BioBioChile y El País Chile.
2025-11-23