
José Antonio Kast se juega su última carta antes del balotaje presidencial del 14 de diciembre con una estrategia que privilegia el contacto directo con la ciudadanía y la consolidación de una oposición fragmentada pero decidida a evitar la continuidad del oficialismo. Desde finales de noviembre, su comando ha intensificado una campaña de terreno en regiones clave como La Araucanía, Los Lagos y Arica, buscando seducir especialmente al electorado de Franco Parisi, cuya tercera mayoría en primera vuelta es un botín codiciado.
Esta apuesta por la calle se refleja en imágenes del propio candidato vendiendo tomates en una feria, gesto que busca proyectar un perfil más popular y cercano, en contraste con la imagen rígida y blindada que le criticó su rival oficialista, Jeannette Jara. “Voy a estar en aquellos debates donde nos hayan invitado a los dos y hayamos concordado asistir”, ha declarado Kast, quien ha evitado algunos espacios, especialmente el debate organizado por Mega, generando críticas y cuestionamientos sobre su disposición al diálogo público.
Sin embargo, no todo ha sido avance sin obstáculos. El comando tuvo que enfrentar un duro golpe con la vinculación del diputado republicano Cristián Araya a la llamada trama bielorrusa, una investigación por lavado de dinero que involucra a un cercano colaborador de Kast. Según reportes de Ciper, Araya habría recibido pagos sospechosos, lo que abrió el primer flanco de corrupción en la campaña del Partido Republicano. Kast ha respondido restando credibilidad a las acusaciones y denunciando una campaña de difamación, aunque en el sector reconocen la delicadeza del asunto y la necesidad de mantener una vara alta para evitar que el caso erosione la confianza ciudadana.
En paralelo, Kast ha desplegado una ofensiva política para consolidar la unidad de la oposición. Ha tendido puentes con figuras que en la campaña anterior fueron rivales o críticos, como Sebastián Sichel y Jaime Bellolio, ambos alcaldes con quienes ha tenido desencuentros públicos. “Chile está más allá de cualquier diferencia que podamos tener”, señaló Kast en un encuentro con alcaldes de derecha, subrayando que la unidad es clave para asegurar la victoria.
Este gesto de apertura también se extendió a la coordinación con los equipos de seguridad de Evelyn Matthei y la participación de actores independientes como Carlos Maldonado, secretario general de Demócratas, quien enfatizó que su apoyo a Kast responde a un rechazo al comunismo y a la continuidad del actual gobierno.
No obstante, la campaña no está exenta de tensiones internas. La negativa de Kast a participar en ciertos debates ha generado cuestionamientos sobre los costos de ceder espacios de exposición en la recta final. Mientras tanto, la candidata Jara ha emplazado públicamente a Kast a participar en todos los debates, buscando marcar diferencias en transparencia y disposición al diálogo.
En terreno, Kast ha enfrentado reacciones mixtas. Su aparición en Franklin junto al alcalde Mario Desbordes fue recibida con abucheos y apoyos, reflejo de la polarización que atraviesa al país. Aun así, el comando insiste en que este tipo de riesgos estaban contemplados y forman parte del diseño para mostrar un perfil más cercano y popular.
A veinte días del balotaje, la campaña de Kast se juega entre consolidar el apoyo de la derecha unificada, mantener el foco en la seguridad y la inmigración —temas que ha visitado en la frontera norte— y contener los daños que pueda provocar la trama bielorrusa. La oposición busca evitar las fracturas internas que en 2021 debilitaron sus chances, mientras la oficialista Jara presiona para que la contienda se dirima en espacios públicos y debates.
El escenario es claro: Kast apuesta a la calle y a la unidad táctica, pero debe sortear flancos críticos que podrían minar su imagen antes de la elección decisiva. La oposición, por su parte, enfrenta la disonancia entre un liderazgo que busca cohesión y las heridas aún abiertas de campañas pasadas.
Conclusiones:
- La estrategia de Kast privilegia el contacto directo y la unidad con sectores diversos de la derecha, incluyendo antiguos rivales, en un esfuerzo por ampliar su base electoral.
- La vinculación del diputado Araya a la trama bielorrusa representa el primer gran desafío ético y comunicacional para el comando republicano en esta segunda vuelta.
- La polémica por la asistencia a debates evidencia tensiones en la oposición sobre la mejor forma de confrontar políticamente y ganar la confianza ciudadana.
- El despliegue territorial y la apuesta por una imagen más popular buscan contrarrestar la percepción de un candidato distante y blindado.
- La campaña se juega en un contexto de alta polarización y ansiedad social, donde la seguridad y la inmigración se mantienen como temas prioritarios para el electorado.
Este balance muestra un escenario de campaña donde la unidad y la disciplina serán tan determinantes como la capacidad para gestionar crisis y mantener una narrativa coherente y atractiva para un electorado dividido y exigente.
Fuentes: Informes de BioBioChile, La Tercera y Ciper Chile.