
Un duelo de extremos ha marcado la recta final de las elecciones presidenciales de 2025 en Chile, dejando a la moderación en un segundo plano y evidenciando profundas fracturas sociales y políticas. José Antonio Kast y Jeannette Jara, representantes de las derechas y izquierdas más firmes, se perfilan como los protagonistas de una contienda que ha tensionado no solo el escenario electoral sino también el tejido social y económico del país.
Desde las primarias, Jara se impuso con claridad sobre sus competidores de centroizquierda, capitalizando un discurso feminista y social que ha conectado con sectores vulnerables, mientras Kast ha consolidado su base en la derecha, desplazando a Evelyn Matthei a un humillante quinto lugar. La campaña de Matthei, apoyada por el empresariado y con recursos abundantes, naufragó en la desconexión con el electorado regional y en la incapacidad para competir en el terreno digital, quedando relegada frente a la sofisticada red de micro influencers que respaldan a Parisi y la consolidación de Kast.
La crisis laboral es un tema que atraviesa la campaña y la percepción ciudadana. El desempleo persistente, especialmente entre mujeres y mayores de 50 años, ha expuesto las consecuencias de políticas como la reducción de la jornada laboral a 40 horas y el aumento del salario mínimo, medidas que, aunque bien intencionadas, han tensionado el mercado laboral y afectado a los más vulnerables. La candidata Jara ha promovido un ingreso vital de 750 mil pesos como respuesta a esta crisis, aunque con escaso detalle y bajo cuestionamientos por su viabilidad.
El escenario político se ha visto además marcado por la irrupción de candidaturas familiares y figuras con trayectorias alejadas de la política tradicional, lo que contribuye a la percepción de un parlamento plagado de “candidatos Joey Travolta” y “Joey Tribbiani”, es decir, personajes cuyo capital político se apoya más en la notoriedad o el apellido que en experiencia legislativa real.
“Mientras lo tajante vende, la mesura y sobriedad requieren tiempo para explicarse y desarrollarse y hoy nadie tiene tiempo para latas, aunque se esté jugando el destino del país de los próximos cuatro años.” Este diagnóstico, compartido por analistas políticos, explica la marginalización de candidaturas moderadas como las de Matthei y Tohá, que apostaron por mensajes de fondo y programas de gobierno poco atractivos para un electorado sediento de certezas y emociones fuertes.
En el plano internacional y económico, la campaña también ha estado marcada por la incertidumbre: la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos, especialmente sobre el cobre, ha tensionado la economía chilena y su inserción global. El presidente Boric, en un intento por mantener un perfil conciliador, ha buscado equilibrar relaciones con los BRICS y Occidente, aunque con resultados contradictorios y críticas por su manejo de la política exterior a través de redes sociales.
“Lejos de apuntalar a su candidata Jara, con esta decisión Boric decide darle un refuerzo al candidato Kast que venía desde hace semana cayendo de a poco, pero sostenidamente en las encuestas.” Así resumen expertos el efecto paradójico de la estrategia del gobierno, que parece resignado a la derrota y comienza a posicionarse para un futuro político personal.
Finalmente, la violencia y la inseguridad emergen como preocupaciones latentes. Ataques a comisarías y la incapacidad del Estado para contener grupos organizados reflejan un país que vive en un estado de tensión permanente, mientras que las autoridades se distraen con escándalos digitales y campañas de desinformación.
Conclusiones:
La elección presidencial de 2025 en Chile es mucho más que un simple proceso electoral. Es la expresión de una sociedad fracturada, donde la polarización extrema ha devorado a la moderación y ha puesto en jaque la estabilidad política y social. Las consecuencias visibles de políticas laborales y sociales que no han logrado equilibrar crecimiento y justicia social se reflejan en el desempleo y la precarización.
El electorado, fatigado y ansioso por certezas, ha optado por discursos tajantes y figuras carismáticas o familiares, lo que augura un parlamento fragmentado y un gobierno que enfrentará desafíos mayúsculos para gobernar con legitimidad y eficacia.
En este coliseo político, los actores no solo compiten por votos, sino que se enfrentan en una batalla que definirá el rumbo del país en una década marcada por la incertidumbre global, la crisis climática y la transformación digital. Chile se juega su futuro, y el desenlace dependerá de la capacidad de sus líderes para articular respuestas profundas y sostenibles, más allá del ruido y la inmediatez.
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Fuentes: Columnas de J.J.Jinks en Diario Financiero (agosto-noviembre 2025), análisis de mercado y encuestas CEP 2025, reportes del INE y Ministerio del Trabajo, informes de campañas digitales y estudios socioeconómicos recientes.
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