La herida invisible de la infancia: cómo la adversidad temprana moldea la salud emocional adulta

La herida invisible de la infancia: cómo la adversidad temprana moldea la salud emocional adulta
Salud y Bienestar
Salud mental
2025-11-26
Fuentes
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Impacto duradero, factores mitigantes y desafíos para políticas públicas: la batalla silenciosa que enfrentan miles de chilenos marcada desde la infancia.

En los últimos días, un debate que parecía relegado a la academia y la psicología clínica ha irrumpido con fuerza en la esfera pública chilena. Un estudio reciente liderado por la psicóloga Karina Manríquez Reyes, de la Universidad de Chile, ha evidenciado cómo la adversidad temprana —entendida como experiencias de maltrato o abandono en la infancia— puede dejar cicatrices profundas que se manifiestan en la salud emocional y física durante la adultez. Este hallazgo no solo confirma hipótesis previas, sino que también obliga a repensar las políticas públicas y el rol de la sociedad en la protección de la niñez.

El origen de esta discusión se remonta a años de investigación acumulada, pero fue la reciente conversación pública entre Manríquez Reyes y el psicólogo Ignacio Simón la que puso el foco en la complejidad del fenómeno. “Si bien esto no es una sentencia definitiva, sí existe una clara relación entre el maltrato infantil y la aparición de trastornos mentales y enfermedades físicas en la vida adulta”, enfatiza Manríquez Reyes.

Desde la perspectiva política, la reacción ha sido diversa. Algunos sectores de izquierda han planteado la necesidad urgente de aumentar la inversión en programas de prevención y apoyo psicosocial, argumentando que la infancia es el terreno donde se siembra la equidad futura. En cambio, voces conservadoras insisten en que la responsabilidad debe partir desde la familia y la comunidad, poniendo en cuestión la eficacia y el alcance de las intervenciones estatales.

Regionalmente, las voces del norte y sur del país resaltan particularidades. En zonas rurales y comunidades indígenas, el impacto de la adversidad temprana se entrelaza con factores socioeconómicos y culturales que agravan la vulnerabilidad. Líderes locales advierten que sin un enfoque intercultural y con participación comunitaria, cualquier política corre el riesgo de ser insuficiente o inadecuada.

En el plano social, organizaciones de derechos de la infancia y colectivos de salud mental han aprovechado la visibilidad del tema para exigir una mirada integral. “No basta con reconocer el problema, es imprescindible construir redes de apoyo y garantizar espacios seguros para niños y adolescentes”, sostiene una representante de UNICEF Chile.

El análisis histórico recuerda que Chile ha transitado desde una mirada predominantemente médica y reactiva hacia una comprensión más amplia de los determinantes sociales de la salud. Sin embargo, las brechas persisten y la adversidad temprana sigue siendo un factor silencioso que alimenta desigualdades profundas.

¿Qué verdades se pueden constatar hoy? Primero, que la infancia no es solo un momento de paso, sino un escenario decisivo donde se fraguan futuros de salud o enfermedad. Segundo, que el impacto de la adversidad temprana es multidimensional y requiere respuestas coordinadas entre salud, educación, justicia y comunidad. Tercero, que la sociedad chilena enfrenta un desafío ético y práctico para transformar el dolor invisible en políticas efectivas que interrumpan ciclos de sufrimiento.

En definitiva, esta historia es una invitación a mirar hacia atrás con honestidad para construir adelante con justicia. La adversidad temprana no es solo un problema individual, sino un espejo que refleja la salud emocional y social de un país que busca sanar sus heridas más profundas.