
En Chile, la tradicional Teletón sigue siendo el referente máximo de la movilización social, pero en 2025 se ha evidenciado una transformación profunda en cómo las campañas y fundaciones abordan la recaudación y el vínculo con la sociedad. Ya no basta con la emotividad; la transparencia y el uso estratégico de la tecnología se han convertido en pilares indispensables para sostener la confianza ciudadana y generar un impacto real.
Las grandes campañas como Teletón han demostrado que el éxito radica en un propósito emocional potente, resultados tangibles y una experiencia de donación simple y clara. Sin embargo, estas características no son exclusivas de las grandes organizaciones. Fundaciones emergentes como Casa Familia y Oncomamás han logrado sobresalir gracias a una comunicación transparente y centrada en la confianza, mostrando que el vínculo con los donantes es tan importante como los montos recaudados.
Juan Pablo Hurtado, CEO de Donando, señala que "la tecnología no reemplaza la emoción, pero amplifica el alcance, permite personalizar mensajes y muestra el uso de los fondos en tiempo real, reduciendo la fricción al donar". Este enfoque ha permitido que fundaciones pequeñas puedan ofrecer una experiencia digital tan cercana y confiable como la de las grandes colectas, aunque el desafío persiste en lograr que la generosidad florezca conectando emociones, impacto y participación.
Desde una perspectiva política y social, este fenómeno refleja un cambio en la relación entre la sociedad civil y las instituciones. Mientras que la desconfianza hacia el Estado y las entidades tradicionales crece, las campañas benéficas se posicionan como espacios de acción directa y palpable. Sin embargo, esta dinámica también genera debates sobre la sostenibilidad y el rol del Estado en garantizar derechos sociales, evitando que la filantropía se convierta en un parche para problemas estructurales.
En regiones, la expansión de estas campañas ha sido desigual. En zonas urbanas, la digitalización ha facilitado la participación y la transparencia, mientras que en localidades rurales persisten desafíos de acceso y comunicación que limitan el alcance. Esta brecha pone en evidencia la necesidad de estrategias adaptadas a contextos diversos para no dejar fuera a sectores vulnerables.
Finalmente, la experiencia chilena invita a reflexionar sobre el equilibrio entre emoción, tecnología y confianza en las campañas benéficas. La transparencia en el uso de recursos y la rendición de cuentas no solo son exigencias éticas, sino elementos estratégicos para construir un círculo virtuoso de colaboración social.
La conclusión es clara: el futuro de la filantropía en Chile dependerá de la capacidad de las fundaciones para innovar en comunicación, aprovechar la tecnología y mantener una relación auténtica con la ciudadanía, en un contexto donde la confianza es el activo más valioso.
2025-11-13