El uso excesivo del celular deteriora la atención y memoria: un problema que va más allá del tiempo de pantalla

El uso excesivo del celular deteriora la atención y memoria: un problema que va más allá del tiempo de pantalla
Salud y Bienestar
Salud mental
2025-11-29
Fuentes
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- Revisar el celular más de 100 veces al día se asocia a lapsus de atención y memoria.

- El problema no es el tiempo total frente a la pantalla, sino la frecuencia de interrupciones.

- Conductas compulsivas de revisión reflejan mecanismos similares a la adicción, con impactos en la vida cotidiana.

Un enemigo cotidiano y silencioso se ha colado en la rutina de millones: el celular. Estudios recientes de universidades en Reino Unido, Corea del Sur y Singapur han demostrado que revisar el teléfono unas 110 veces al día está ligado a un aumento significativo de fallos cognitivos, especialmente en la atención y memoria. Pero no se trata solo de cuánto tiempo se pasa frente a la pantalla, sino de la frecuencia con que se interrumpe la concentración para mirar el dispositivo.

El celular como disparador de una alerta constante

“El foco de la atención es crítico para los procesos de memoria. Cuando la atención cambia drásticamente, se activan sistemas de alerta que gatillan procesos de aprendizaje rápido o memorización de claves simples”, explica el Dr. Francisco Ceric, investigador del Instituto de Bienestar Socioemocional (IBEM) de la Universidad del Desarrollo. Añade que incluso tener el celular sobre la mesa, sin usarlo, desregula la asignación de recursos cognitivos, pues una parte de la mente queda en estado de alerta constante.

Esta hiperalerta se basa en un sistema de recompensa cerebral que activa circuitos similares a los de las adicciones, haciendo que la conducta de revisar el celular se sienta como una necesidad, aunque no haya urgencia real. El impulso de “revisar por si acaso” puede manifestarse con síntomas parecidos a la abstinencia.

Voces en pugna: ¿adicción, hábito o respuesta social?

Desde la perspectiva clínica, la conducta compulsiva se asemeja a una adicción, con consecuencias concretas: pérdida de control, interferencia en el trabajo y estudio, olvidos frecuentes y errores.

Pero no todos los especialistas coinciden en que se trate de una adicción en sentido estricto. Algunos destacan que la revisión constante también puede ser una respuesta a situaciones de aburrimiento o incomodidad social, una forma rápida de regulación emocional que compite con otras habilidades como la paciencia y la concentración prolongada.

Gloria Mark, investigadora de la Universidad de California en Irvine, señala que en el trabajo 1 de cada 4 personas admite revisar el teléfono durante reuniones, y que puede tomar más de 25 minutos recuperar la concentración tras cada interrupción.

Impacto regional y social

En Chile, donde el uso del celular es masivo y creciente, este fenómeno tiene implicancias en ámbitos educativos, laborales y familiares. Profesores y empleadores reportan dificultades para mantener la atención y el compromiso, mientras que padres y madres observan cómo la sobreexposición afecta la memoria y el desarrollo socioemocional de niños y adolescentes.

Algunos sectores sociales, especialmente en zonas urbanas, perciben este hábito como un mal necesario, una herramienta indispensable para la vida conectada. Otros lo ven con preocupación, alertando sobre la pérdida de vínculos presenciales y la fragmentación de la atención colectiva.

Estrategias para enfrentar la sobreexposición

El Dr. Ceric recomienda no demonizar la tecnología, sino aumentar la conciencia del hábito: observar cuántas veces se desbloquea el celular, en qué momentos y por qué razones. Señala que medidas simples, como desactivar notificaciones no esenciales, sacar aplicaciones que incitan a la revisión constante de la pantalla de inicio, o dejar el teléfono en otra habitación durante la noche, pueden ayudar a recuperar el control.

Además, propone alternar bloques de trabajo o estudio sin celular con momentos acotados para revisar redes o correo, apoyándose en modos como “No molestar”. Entrenar la atención y practicar la tolerancia a la impulsividad —esperar unos minutos antes de revisar— son también claves.

“El celular no debería ser el único regulador del aburrimiento o la ansiedad. Es importante buscar alternativas como caminar, escribir, leer en papel, conversar o realizar actividad física”, concluye.

Cuando el uso compulsivo genera ansiedad, interfiere con las rutinas o las relaciones, y no se logra modificar por cuenta propia, la recomendación es buscar ayuda profesional.

Constataciones finales

La evidencia científica es clara: la frecuencia con que revisamos el celular afecta nuestra capacidad de atención y memoria, con consecuencias visibles en el desempeño cotidiano y la salud mental. Este fenómeno no es un simple capricho tecnológico, sino un desafío para la gestión de la vida moderna, que obliga a repensar nuestra relación con la tecnología.

Las voces expertas convergen en la necesidad de un consumo consciente y regulado, que permita aprovechar los beneficios sin sacrificar la calidad cognitiva ni el bienestar emocional. En este escenario, el problema no es el celular en sí, sino cómo y cuánto dejamos que gobierne nuestra atención y memoria.

Fuentes: Universidad del Desarrollo (IBEM), Universidad de Nottingham Trent, Universidad de Keimyung, Universidad de Gestión de Singapur, The Washington Post, Universidad de California en Irvine.