
El 1 de octubre de 2025, el Gobierno federal de Estados Unidos entró en un cierre sin precedentes que duró 43 días, el más largo en la historia del país. La paralización afectó a empleados públicos, servicios esenciales y generó caos en aeropuertos y parques nacionales, justo en plena temporada alta de desplazamientos. Este bloqueo se originó en un choque político entre el Congreso y la Casa Blanca, con una fractura interna dentro del propio Partido Demócrata que terminó por romper la disciplina y permitir la aprobación de un proyecto de financiamiento que puso fin a la crisis el pasado 14 de noviembre.
Sin embargo, el fin del cierre no significa un retorno inmediato a la normalidad. Los departamentos federales enfrentan el desafío de reactivar sus operaciones tras semanas de paralización, con planes de contingencia diseñados para interrupciones breves, no para una suspensión prolongada. La reapertura ha dejado un volumen acumulado de información económica sin procesar, lo que genera una gran incertidumbre sobre el estado real de la economía estadounidense.
Desde una perspectiva política, este desenlace refleja la fragilidad del sistema bipartidista estadounidense. Mientras algunos senadores demócratas rompieron filas para desbloquear la situación, las tensiones partidistas persisten y podrían resurgir en los próximos meses, especialmente cuando se acerque la fecha límite del nuevo acuerdo, fijada para el 30 de enero de 2026.
En el plano económico, las voces se dividen. Por un lado, analistas como Benoît Anne, de Insights MFS Investment Management, consideran que el impacto negativo del cierre es limitado y que la economía estadounidense ha mostrado resiliencia. Por otro, expertos de Bloomberg estiman que cada semana de paralización restó entre 10.000 y 15.000 millones de dólares al producto interno bruto, una cifra que no puede ser ignorada.
David Kohl, economista jefe de Julius Baer, advierte que el cierre agravó una tendencia ya preocupante: “La elevada inflación y el menor crecimiento de los ingresos han penalizado el gasto de los consumidores, y los datos alternativos muestran un debilitamiento del dinamismo del consumo en septiembre y octubre”.
Esta dicotomía se refleja también en los mercados financieros. A pesar del ruido político, Wall Street ha mostrado un apetito por el riesgo, impulsado principalmente por el sector tecnológico y la inteligencia artificial. Sin embargo, en las jornadas posteriores al acuerdo, se observaron caídas en los índices, reflejo del nerviosismo ante la incertidumbre económica.
Otro foco de tensión es la Reserva Federal. La falta de datos oficiales durante el cierre ha dificultado la evaluación precisa de indicadores clave como el empleo y la inflación. Jerome Powell, presidente de la Fed, adoptó un tono prudente en su última reunión, señalando que una reducción de tasas en diciembre no es una conclusión inevitable. La Fed se enfrenta a un dilema: si baja las tasas para estimular la economía, podría alimentar una nueva escalada inflacionaria, especialmente si las políticas proteccionistas continúan afectando los precios.
Analistas de UBS mantienen la expectativa de dos recortes adicionales de tasas entre finales de 2025 y comienzos de 2026, basándose en señales de desaceleración laboral. Sin embargo, alertan que la inflación podría comportarse de manera distinta a lo esperado, lo que complica la toma de decisiones.
Desde la óptica empresarial, la incertidumbre ha llevado a muchas compañías a adoptar previsiones más conservadoras y a prepararse para posibles sacudidas en sus resultados. Según datos de FactSet, durante el cierre, 76 empresas del S&P 500 mencionaron el cierre de Gobierno en sus conferencias, la cifra más alta desde 2018, reflejando la preocupación por el impacto económico.
En suma, el cierre federal en Estados Unidos ha dejado secuelas palpables y un escenario cargado de interrogantes. Aunque la paralización ha concluido y la administración comienza a reactivarse, las tensiones políticas no han desaparecido y la economía enfrenta ahora el reto de digerir semanas de incertidumbre y datos acumulados.
El desenlace de esta crisis es, por ahora, una lección sobre la fragilidad de los equilibrios políticos en tiempos de alta polarización y la complejidad de gestionar una economía en un contexto global marcado por la inflación, la innovación tecnológica y las tensiones comerciales.
Queda claro que la historia no termina con la firma del proyecto de ley, sino que abre un nuevo capítulo en el que la Reserva Federal, los mercados y los actores políticos deberán navegar entre la prudencia y la urgencia, con la mirada puesta en los datos que comienzan a emerger tras semanas de silencio.
2025-11-13